5 de junio de 2009

Hasta que la tinta nos separe...


Ayer me quedé embobada mirando la pierna de un muchacho que caminaba delante de mí.
Exhibía unas letras góticas enormes, en sentido descendente, desde su gemelo hasta el tobillo, que ocupaban toda la parte posterior de su pantorrilla.

Confieso que me costó leerlas; entre el movimiento de su pierna, mi propio andar, esa grafía ornamentada y la escasa luz de la mañana recién estrenada, apenas podía intuir su significado. Entornando un poco más mis ojos, en un débil esfuerzo por agudizar mi vista, pude ir descifrando el mensaje, letra a letra:
“Á N G E L A”

No hay nada extraño en llevar el nombre de alguien tatuado en la piel; hoy en día, donde los tatuajes en todas sus variantes están de moda, no resulta ni siquiera llamativo, tal como hubiera pasado años atrás. Pero algo rondaba mi cabeza mientras contemplaba aquellas letras, tan grandes, tan rotundas, tan …“Á N G E L A” en todo su esplendor.

¿Quién sería ella?, solo cabía la posibilidad de que fuera su pareja, pero…¿sería su actual pareja o alguien del pasado?. ¿Habría alguien tan irreflexivo como para tatuarse el nombre de una persona sin saber si estaría ahí para siempre?. ¿Mantener una presencia tan indeleble, una marca tan definitiva, tan evidente, tan explícita, tan visible?. Un recuerdo aleteó en mi cabeza; una antigua canción que, cuando era niña, cantaba mi madre: “Ella me quiso y me ha olvidado, en cambio yo no la olvidé…y para siempre iré tatuado, con este nombre de mujer”.

De repente el sentido y la imagen del tatuaje cambiaron en mi mente. No eran simplemente letras, ni un nombre, ni la pericia de un tatuador; Era algo más profundo: un símbolo, una promesa, un compromiso.

Sorprendentemente…hoy, donde nos falta voluntad para comprometernos, donde enarbolamos la bandera de nuestra libertad como si fuera el pendón de nuestra fortaleza, donde mi “Yo” es más “mío”, cuanto tu “” es más “tuyo” y cada cual en su casa porque mi armario no lo comparto, parece increíble que surjan fórmulas alternativas a los clásicos anillos de compromiso, a los votos del matrimonio o a las promesas de amor eterno, pero ahí están, delante de nuestros ojos y bajo la etiqueta de “moda”… en un solo nombre, muchas palabras:
“Á N G E L A”

Por ti Ángela, por ser la persona a la que amo profundamente, porque creo que estaré siempre a tu lado y tú al mío, porque quiero que todo el mundo lea que sólo eres tú, así en grande, impreso con estilo clásico.. Por ti, mi amor, para que te sientas orgullosa cuando vayas a mi lado, porque todos podrán ver que soy tuyo. Esta marca es una prueba de amor sincero, verdadero, porque no se borra, no se quita. Te quiero tanto que hipoteco mi piel a tu nombre para el resto de mi vida y si por algún motivo llegaran a existir otros nombres, el tuyo, amor mío, será el legítimo, el mejor, el primero…
hasta que la tinta nos separe”

Sólo un apunte:
¿Te quiero más cuanto más grandes son las letras o lo que cuenta es la intención?



NOTA: Este post lo publiqué anteriormente en un blog donde colaboré, pero lo quise compartir con todos vosotros.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca me gustaron los tatuajes en la piel. Siempre me recuerdan a aquellos legionarios con la camisa remangadas hasta la altura de los hombros, donde podía leerse "Amor de madre" o un corazón con el nombre de, pongamos por caso, María, grabado a tinta. Hasta que María decidía irse de su vida y dejaban en aquel héroe las heridas de otras guerras perdidas, el corazón roto y el otro bordado en la piel para escarnio propio y las risas indolentes de sus amigos. Aún así siempre he creído que el amor salvará de la destrucción al género humano, y esos signos que parecen regresivos son todo lo contario: luces de esperanza. Por eso deseo con ansiedad que Ángela lea su nombre que alguien ha escrito para ella, desande con él todos los caminos que logren alcanzar esos pasos o le corte si fuera necesario la pierna si percibe que se echa a correr antes de darle alcance.

Pedro Socorro. Besos desde la otra orilla.

Pedro Bonache dijo...

Las marcas y los tatuajes siempre han acompañado a homo, en el origen para imitar a esos animales poderosos o para reflejar en su piel las delirantes visiones que inundaban sus cerebros despues de ingerir setas alucigonas o cactus psicodelicos..., ahora han vuelto y ya no se los hacen los marginales o presidiarios, cualquier jovencita de aspecto fragil y delicado tiene un dragon tatuado en sus lumbares o en otros lugares mas íntimos. Son decisiones tomadas en el momento, llenas de convencimiento y aprobación, no importa el que pasará con esa relación, será eterna y ellos siempre serán jovenes..., eso es la ilusion, el amor, la pasión, la entrega de la intimidad..., como tan bien describes,Maria.

GLORIA dijo...

Sea quien sea Angela, podría no ser su pareja. Tengo varios conocid@s que llevan tatuado el nombre o las iniciales uno de sus progenitores.
Ayer mismo,estando en el parque con mi hijo había un padre, bastante joven llenito de tatuajes y una madre también bastante joven con unos enormes tatuajes que iban desde el brazo hasta el omoplato, con muchos colores. Intenté pensar en sus significados, en el caso de él; tenía varios animales, una serpiente, un dragón y algo que parecia un pez y algunos tatuajes más, pero tribales. Yo no encontré ningun sentido. Ella tenia en un brazo unas flores con una geisha y en el otro brazo un dragón. Quizás representaba " las dos caras de la moneda".
Nunca se me ocurriría tatuarme ya bastantes marcas deja la vida, pero a veces me quedo embobada mirando algunos tatuajes que bien podrían merecer estar expuestos en una galería o museo.
Besos

Unknown dijo...

Madre, me han hecho chiribitas los ojos. Pero no por la entrada en sí, sino por el sentido que le has dado y la reflexión que te invita a hacer: "¿tú lo harías?".

Me he emocionado, simplemente, por la respuesta que mentalmente me he hecho: "hace unos años, a pies juntillas. A día de hoy... ni loca". Pienso que es un compromiso difícil de asumir y una responsabilidad que no depende sólo de uno mismo.

Justamente, el otro día en el Metro me encontré con esta misma situación: un hombre que en su antebrazo llevaba tatuado: "Paula". Inmediatamente pensé: "más le vale que sea su hija, ya que siempre será su hija". Y me asusté de lo que he perdido por el camino: las ganas de implicarme profundamente con alguien ("si yo hiciera algo así, sería con letras chinas "POR SI ACASO", para que no se entendiera -pensé-".

Y sentí cierta admiración por el valor de semejante persona (dejando a un lado su mal gusto), y algo de envidia por su "supuesta" pareja.

Josep Julián dijo...

Personalmente no encuentro ningún placer en tatuarme nada en mi piel, prefiero hacerlo internamente, comprometerme de verdad con quien ame y, si acaso, que queden ahí las huellas de las personas que pasaron por mi vida. Hoy en día vivimos en la "generación del envase" en que todo debe ser visible pero coincido con vosotros en el sentido de que más vale que esa Angela sea un recuerdo perdurable porque si no...

Hast pronto

GLORIA dijo...

Hermana pasa por mi blog, hay algo para tí

Besos

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