23 de septiembre de 2009

Dª Ignorancia y el pollo de CSI


Una conversación sobre alimentación, entre café y café, terminó siendo ilustrada por los recuerdos de uno de los contertulios, según iba rememorando los momentos de su infancia rural dedicados a “la matanza de cerdos”.

Hoy en día, nosotros, ciudadanos urbanos, tan alejados de cualquier cosa que parezca “natural”, apartaríamos a nuestros niños de esas estampas “tan crueles como inhumanas” que la muerte de algún animal, para nuestro sustento, pueda acarrear. En cambio, para nuestros padres y abuelos, el criar animales para su consumo era tan habitual como conocer y ejecutar las técnicas habituales y necesarias para hacerlos terminar en la olla.

Doble moral” apuntaba otra de las participantes, “me encanta una buena chuleta, pero no soporto el “maltrato” de los animales”.

Y entre ese intercambio de recuerdos, me vinieron a la cabeza dos frases distintas, una de mi padre “los jóvenes de hoy son expertos en cosas que la gente mayor no sabe y nosotros somos veteranos en otras labores en las que los jóvenes son ignorantes” y otra de mi madre “Si hoy, les dejaran en el monte con un cuchillo y poco más, se morirían de hambre porque ni siquiera saben pelar un pollo”.


EL EXTRAÑO CASO DE Dª. IGNORANCIA Y EL POLLO

Creo que ya está demostrado científicamente que el conocimiento de las integrales, fuerzas de rozamiento, gramática inglesa, cuantiosos conocimientos sobre historia universal y dominio del siglo de oro no garantizan que uno esté “preparado” para esta vida.

Apenas llevaba unos meses gestionando mi labor como ama de casa, cuando decidí que una buena herramienta de ahorro sería aprovechar las ofertas que la carnicería del barrio ofrecía. En aquellos momentos, aún seguía consultando a pies juntillas la hoja de cuaderno donde había apuntado “las directrices generales” de cualquier guiso que le había pedido a mi madre antes de partir, pero había olvidado un gran detalle: el despiece de animales, al menos, los más comunes: pollos, conejos, pescados, etc.
(Foto del original)


Armada con más moral que sentido común, le dije a la dependienta: “Póngame un pollo entero”, me preguntó “ ¿Se lo troceo? ” y en un derroche de autosuficiencia contesté “No, no, no se moleste, lo hago yo en casa”. Pero ¡qué bonita es la ignorancia mezclada con la inocencia! pero también ¡qué peligrosa!.

Y con el pollo entero en la bolsa llegué a mi casa. ¡Qué subidón! ¡Qué nervios! ¡Qué… qué….. ¿qué tengo que hacer ahora?.

Sobre la fría encimera de granito, yacía el cadáver de un pollo que parecía mirar como diciendo “ Acaso ¿te hice mal? ”.

Al fondo, la música de un western televisivo de cadena local ponía la banda sonora a un acto “inhumano”, pero muy normal entre pollos, tanto que si vinieran con instrucciones se podría leer en letras grandes “VACIAR Y DESPIEZAR ANTES DE COCINAR”.

A un lado, ese “maravilloso” juego de cuchillos con su mamotreco de madera que alguien siempre acababa regalando a unos recién casados y que nunca cortan como aparentan.



Enfrente, YO, con toda mi ignorancia en plena efervescencia y tantas dudas que una más hubiera provocado un desbordamiento cerebral.

No será tan difícil, digo yo, la chica de la carnicería le mete dos hachazos y lo deja listo en dos segundos”. Mientras, el pollo conseguía ponerme aún más nerviosa con su “mirada perdida”, hasta tal punto que le cambié la cabeza de posición para que dejara de condenarme. Intentaba recordar como lo habría hecho mi madre. “Me cachis, tendría que haberme fijado más en lugar de hacer ascos y alejarme del pollo hasta el momento de servirlo en la mesa. ¡Hum, qué rico le quedaba siempre!.

Era una cuestión personal, un asunto entre el pollo y yo. No podía dejarme vencer, así que cogí el machete del juego de cuchillos y .... ¡ zass !, adiós cabeza y patas que era lo más fácil y lo que tenía más claro.

Aquello más que una sesión culinaria se convirtió en una mezcla de acto carnicero y autopsia aviar, solo me faltó coger una muestra para hacerle el ADN, pero hubiera resultado excesivo.

Al final, el pollo acabó triturado en su totalidad dándole sólo la oportunidad de acabar en un guiso o una paella. No se diferenciaba lo que era pechuga, ni muslo, ni alitas, todo era un amasijo de pollo y parte de la culpa era del juego de cuchillos; los usé todos, pero cortaban igual de mal.; el resto mía, por meterme en berenjenales ajenos.

Escondí mi inexperiencia en el arte de despiezar un ave tras una buena cocción y una salsa que quitaba el sentido, pero estuvimos comiendo pollo tres días.

Pero no me di por vencida. Cuando ya nos habíamos olvidado de tanto pollo en salsa, cogí valor, me fui de nuevo a la carnicería, dije “Quiero un pollo entero” y cuando me preguntó la carnicera “ ¿Se lo troceo? ” le dije: “Si, por favor, pero puedes hacerlo despacio y me lo explicas, yo no sé y en lugar de despiezarlo, hago hamburguesas”.

Muy amablemente, aquella mujer me dedicó los siguientes minutos, al tiempo que me ilustraba, paso a paso, los cortes necesarios para sacarle el mejor provecho al plumífero.


No quiero ni imaginarme lo que hubiera pasado de tener que “matar” al pollo; aún hoy estaría corriendo tras él, dejando que muriera por causas naturales, porque hay que reconocer que existen “artes” que no dominamos, aunque creamos que somos unos artistas y el primer paso para subsanarlo es aceptar que Dª Ignorancia somos todos, en más o menos medida.

10 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Tu padre resumió con esa frase una angustiante realidad, "los jovenes de hoy son muy espabilados..", solemos escuchar y creemos que nuestras infancias fueron como ridiculas antee estas de los jovenes actuales..., tremendo error. Pero no quiero hablar de ellos, prefiero hacerlo de tu post y de la gran razón que tienes. Nuestros ancestros despiezaban a los bovidos con cuchillos de piedra, con filos de silex o pedernal..., y con mas habiliddad que tu carnicera, Maria. Sin embargo nosostros ponemos muecas de asco, apartamos la mirada pero gozamos con esa pechuga a la plancha y llegamos a convercernos de que la pechuga se cria así, como pechuga y no como parte de un pollo al que hay que matar, desplumar, despiezar y cocinar.
Es la conocida doble moral que tambien citabas, es tambien la renuncia a nuestro pasado, solo de los no creyentes, los que somos hijos e la evolución y no de la creacion. Por cierto, creo que la Matanza está prohibida, ya no se pueden criar animales sin permiso y ni mucho menos sacrificarlos y procesarlossi no es en un matadero autorizado. Es otra maniobra mas del estado opresor para limitar la libertad del pueblo, para extinguir conocimientos ancestrales que ayudaban a sobrevivir en los medios rurales, esos que estaban olvidados por las administraciones salvo para el cobro de los impuestos.
Besitos Maleni y precioso cambio.

Pedro Bonache dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María Hernández dijo...

Hola Pedro:
La verdad es que no sé en que estado se encuentra la legislación en cuanto al "cerdo y su S. Martín", pero desde luego ya no es lo que era. Los animales deben tener su "cartilla sanitaria", estar controlados por los veterinarios locales o comarcales durante su crianza y en el momento del sacrificio, o bien se persona un veterinario para tomar muestras del producto y certificar si es apto para consumo humano o directamente llevan el animal al matadero municipal (cada día más escasos) y allí se encargan de gestionar su sacrificio y aanálisis.No me extrañaría nada que lo de mi "pollo" llegara a ser lo habitual y sólo nos quedaran los recuerdos y algún documento gráfico sobreviva. Pero no me hagas mucho caso que de "carne" entiendo poco y ya sabes que soy de las que tiran a "verde".

De todos modos, ya que haces mención a la frase de mi padre, te diré que el contexto en el que lo dijo fue éste: otro señor mayor que estaba esperando a que lo atendieran en la ferretería observaba como un joven no se aclaraba con lo que quería pedir, porque no sabía cómo hacer una reparación casera y entonces, cuando el muchacho marchó dijo: "Esta gente de hoy no saben hacer nada, son inútiles" y mi padre le contestó lo que ya leiste, dándole a entender que cada cual se adapta a su entorno y todos son "sabios" en su tiempo e "ignorantes" en el de los demás.

Gracias por venir a mi "nueva casa", aunque no me hayas dicho ni "zape" por el cambio, jejeje.

Saludos.

Economía Sencilla dijo...

Pues sí, yo creo que también he destrozado más de un pollo...

Desde luego, las diferencias entre generaciones son palpables, a mí me resulta raro que mi padre no sepa manejar un ordenador, y a él le parecerá extraño que yo no sepa otras cosas, pero... Incluso dentro de la misma generación, tengo un cuñado muy aficionado a la mecánica del automóvil (y además el típico manitas que todo lo arregla). Cuando habla de mecánica y no le entendemos, nos mira con cara medio rara, como diciendo: "cómo es posible que éstos no sepan cómo funciona la junta de la trócola..."

Saludos
Pablo Rodríguez

María Hernández dijo...

Hola Pablo:

La diferencia generacional yo la entiendo, y es mi opinión personal, como las diferencias en cuanto a pensamiento o mentalidad. Evidentemente, cada nueva generación posee sus propias y nuevas herramientas y cada grupo tendrá que adaptarse a ellas en menor o mayor medida.
Pero...mi reflexión es ¿nos estamos alejando demasiado de lo "natural"? ¿es inteligente hacerlo? ¿seguiremos "usando y tirando" toda la vida? ¿sabemos valorar lo que otros saben y aprendieron antes, comparándolos con nuestra propia ignorancia?.

Lo admito, a mi lo de matar a un pollo (cuando menos) me supera, por eso admiro tanto a quien sabe o pudiera hacerlo, como mis padres. Ellos admiran que, a pesar de no haber usado un pc en toda mi formación, hoy en día trabaje a diario con uno, sea mi base de sustento y pueda "sacarle" toda la información que necesito y más. En cambio, para ellos matar un pollo es de lo más normal, no le dan importancia y para mi, lo del pc, es pan de todos los días y tampoco se la doy.

Ah, Pablo...todos tenemos "un cuñado así", jaja, distintas versiones, pero mismo cuñado. Tanto es así que un humorista canario, llamado Manolo Vieira decía cuando contaba sus "relatos" sobre la casita que habían hecho en la finca...que "el cuñado es un ser 'inteligente', es aquel que cuando la pata de una mesa cojea, mete el cartoncito debajo para que deje de cabecear, es aquél que siempre tiene "una radial" como quien tiene un martillo.
Un cuñado es esa sutil "cosa" que tanto puede resultar molesta, como necesaria, pero que siempre está ahí y lo mismo sabe de coches que de neveras, jajaja.

Por cierto, yo tampoco sabía lo que era la junta de la trócola y encontré este post... lo recomiendo, en verdad desvela ese gran misterio y los comentarios, buenísimos:

http://www.elsentidodelavida.net/la-junta-de-la-tr-cola

Saludos, Pablo.

Germán Gijón dijo...

Hola, María:
¡Los cuchillos, mujer, la culpa fue de los cuchillos! Hace un montón de años, yo afronté un terrible reto: tenía delante tres huevos, unas patatas y un cuenco de sal. La tortilla (¿tortilla, pude llamar a "eso"?) quedó chamuscada y salada. Eso sí, era MI tortilla... aunque ni yo la podía tomar. Pasados los años, puedo decir con orgullo que sé hacer tortillas de patata.
Bien, fuera bromas, con esto quiero decir que nos esclavizamos al progreso sólo si queremos. Cuando decidimos ponernos a ello, adoptamos las técnicas más rudimentarias en caso de necesidad. Pero no te preocupes: buscaremos un curso de pollos (yo tampoco sé trocearlo, aunque sí lo hice una vez bajo la supervisión técnica avanzada de mi mujer).
Un saludo, María (y aunque ya lo comenté en un anterior post, enhorabuena por tu nueva imagen).

María Hernández dijo...

Hola Germán:

Jajaja, bueno, bueno...creo que todos tenemos una "tortilla mítica" o un "pollo mutilado", pero el fondo del tema no era saber o no saber cocinar (que eso no se me da mal), sino plantear lo lejos que estamos de "actos normales" y necesarios para el sustento sin industrializar, es decir, sin que otros lo hagan por tí.
Hoy en día, hay granjas-escuela donde enseñan a los pequeños que la leche viene de una vaca, no de un tetrabrick, que el pan no crece en la estantería del super sino que se amasa, que los tomates no están fritos en su origen o que el jamón york, tan rico y de buen color, sale de aquel cerdito que se revuelca en su pocilga.

Me considero afortunada de ir a caballo entre los megabits y las lechugas que sembraba mi abuela, de reconocer el olor de una mata de tomates o distintos tipos de archivo, saber hacer manojos de perejil o bases de datos, y no soy experta en ninguna de los dos bandos, porque ambos me pillaron a destiempo.

Vamos, para dejarnos de sutilezas, que parece que nos hemos puesto muy tontos y nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos un matadero, pero cuando nos hacemos la tortilla ni nos acordamos de la gallina maltratada, ni cuando nos comemos la chuleta asada, ni la pechuga empanada, ni los riñones al jerez... pero, ¿es que acaso no debe ser así? ¿Hemos olvidado que somos parte de la cadena alimenticia? él te come, yo te como y vendrá otro y me comerá. ¿No nos estamos apartando demasiado de la naturaleza?.
Es posible que pasemos toda una vida sin tener que pelar un pollo, pero...¿y si no fuera así? ¿y si nuestras circunstancias acomodadas cambiaran?
Vale... el pollo me tiene obsesionada, jajaja, tal vez por eso me decanto más por las verduras, frutas y pescado y me olvido de los plumíferos, jajaja.

Germán, de buscar un curso, que sea de "agricultura", please, jaja, creo que voy a olvidarme de los pollos por un tiempo, jajaja.

Saludos

Gabiprog dijo...

Creo que estudios y vida en general nos empujan hacía la especialización, ya no sólo en la enseñanza y trabajo sino incluso en el campo del ocio, fuera de ello, todo lo tocamos 'pero muy superficialmente', a distancia...

Bueno, la verdad es que yo tambien estoy troceando pollos en los ultimos meses, algo tendra que ver la crisis...

buen fin de semana.

Josep Julián dijo...

Hola María:
He andado un poco liado y te tenía atrasada de lectura pero ya me estoy poniendo al día. Lo del pollo que cuentas nos ha pasado a todos ya sea considerándolo en sentido literal o metafórico. Todo necesita su curva de experiencia y las cosas que nos salen mal a la primera nos salen mejor a la segunda y a la tercera si es que no desistimos y lo mandamos a tomar viento.
Así que eres más de verduras que de carnes ¿no será por el trauma que pillaste con el pollo?
Y por cierto, y creo que todavía no te lo han dicho los contertulios, pero has salido muy favorecida en este cambio de foto con que te presentas.
Un abrazo.

María Hernández dijo...

Hola Josep J.:

Parece ser que mi post sobre el pollo no ha calado de la forma en que quería que lo hiciera, seguramente no he sabido expresarlo bien o la exposición de "cómo destrocé al pollo" ha sido más conmovedora de lo que esperaba,jajaja.
Mi idea era que nos preguntáramos si sabríamos arreglárnoslas si llegaba un tiempo de "vacas anoréxicas", si sabríamos criar una gallina, comer sus huevos y matarla y pelarla si nos hiciera falta, porque los supermercados ya no fueran lo que son. Que nos interrogáramos sobre el distanciamiento tan bestial que nos separa de la "realidad rural" de nuestros padres o abuelos.

Imagino que ya que la necesidad agudiza el ingenio, nos las arreglaríamos, pero hasta que se nos agudizara, las íbamos a pasar canutas.

Ah, Josep..si soy más de verduras, la culpa no es del pollo, jajaja, porque en realidad el plumífero es de la poca carne que como y muy de tarde en tarde. Me viene más bien de siempre..nunca me ha gustado, ni cuando tenía capricho y poca edad (éso creían), ni cuando he tenido yo que pagar el ticket de la compra. Simplmente, no me gusta, me cae fatal y me parece estarle dando una mordida a una vaca. Soy más de huerta, aunque no tengo ni medio metro de tierra...eso sí, sigo soñando con mi huerto y mi casita en el campo (digo yo que lo cortes no quita lo onírico, jaja).
Gracias por el "piropo" de mi imagen actualizada..lo que me indica que has estado "toqueteando" en los botones de mi menú, jejejeje y aún mejor, funcionannnnn, jajaja.

Un abrazo, Josep J.

María Hdez

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