15 de octubre de 2010

¿Cuentos?...¡qué más quisiéramos!


Hacía mucho tiempo que los “Lobobank” rondaban por el  mundo, atemorizando a todo aquel que estuviera lo bastante cerca como para ser alcanzado por sus garras.

“¡Demasiado respeto!” – dijo uno de los miembros del clan – “El miedo solo genera  desconfianza y alejamiento  y lo que necesitamos conseguir,  para hacernos con el control total, es justo lo contrario: sumisión”

“¿Qué quieres decir?” – le preguntó otro miembro.

“Lo inteligente es dejar que se nos acerquen, que no nos vean como amenaza, sino como solución y cuando tengamos comprada su confianza, el planeta será nuestro”- continuó disertando el nuevo líder de la manada.

La situación no marchaba bien, era verdad, por lo que se convocó a todos los líderes del clan "Lobobank" a una reunión,  donde debatirían las líneas del nuevo plan de ataque mundial. Llegaron al encuentro todos los jefes de las grandes manadas, desde un lado y otro del planeta. El asunto a tratar era de suma importancia para sus intereses.

Después de muchas jornadas y deliberaciones firmaron el acuerdo. Desde ese momento, los Lobobank se vestirían con piel de cordero y se mostrarían al mundo como protectores y benefactores de la sociedad, estimulando una autoconfianza ficticia con total disimulo.

Con estos predadores “fuera de combate” o reconvertidos en hermanitas de la caridad, las cosas comenzaron a marchar de manera totalmente distinta e insospechada.

Y entonces, érase una vez tres hermanos: “Tonto Paja”, “Madero Seco” y “Ladrillo Man”, tan distintos entre sí como los guijarros de un río.

“Tonto Paja” era un verdadero vago. No quiso estudiar, no conservaba los empleos durante mucho tiempo, le gustaba la parranda y todo aquello que oliera a “sudor de la frente” le producía tal sarpullido y picor que se pasaba las horas abanicándose.

“Madero Seco” tampoco había sido un lumbrera, pero había logrado colocarse en una empresa y mantener su empleo de manera indefinida, aunque sin muchas alegrías. Se conformaba con cubrir sus necesidades básicas y darse algún capricho de vez en cuando. No aspiraba a nada más.

“Ladrillo Man” era el tercero de los hermanos. Desde niño  tuvo claro que quería dar un paso más allá, vivir sin tantas limitaciones, y para ello aprovechó, lo mejor que pudo, su potencial. Estudió, consiguió un buen empleo y logró colocarse en el camino que se había fijado.

Mientras tanto, los “Lobobank” ya habían empezado a tejer su entramado alrededor del mundo.

Un día,  “Ladrillo Man” invitó a sus hermanos a su nueva casa. Las cosas le habían ido muy bien, lo que le había permitido invertir sus ahorros en una residencia preciosa, de “ladrillo”, como siempre soñó. Su “Lobobank” le había dado todas las facilidades necesarias para poder hacer realidad su sueño, aunque nadie iba a negarle que había trabajado duro para conseguirlo.

Entonces, su hermano “Madero Seco” pensó: “Vaya, tal vez yo...no sé, igual puedo tener mi propia casa de “madera”. Iré a mi “Lobobank” a ver si con mi nómina me pueden financiar la parcelita y la casita prefabricada”. Dicho y hecho, su “Lobobank” admitió el crédito, aunque las cuentas estuvieran muy ajustadas y le supusiera estar con la soga al cuello pero, “una casa es una casa” pensó, regocijándose en su buena fortuna, porque nunca pensó que el “Lobobank” lo tomara en serio con lo poco que tenía.

“Tonto Paja” viendo que sus hermanos habían conseguido tener “un techo propio”, pensó: “Bueno, comprar, comprar, no, pero ¿y si alquilo un apartamento?. Ya lo estoy viendo: playita,  caña de pescar, cervecita,  total ¿cuánto me pueden pedir? ¿800, 900 euros? ¡Bah! eso con dos chapucillas y dos semanitas descargando containers en el puerto lo tengo asegurado. Y para la fianza de dos meses, pido un crédito rápido de esos de la tele y lo pago poco a poco”.

Y así, los tres hermanos consiguieron emanciparse del domicilio familiar; eso sí, no todos habían hecho el mismo sacrificio, ni habían trabajado de igual manera.

“Tonto Paja” estaba contentísimo con su apartamento playero, pero claro, sin un televisor de plasma, el fútbol, desde la terracita, no se ve bien. “Me voy al hiper a ver si consigo un plasma baratito para pagar a plazos”. Dicho y hecho. No le pusieron demasiados impedimentos, “hasta cobrando el desempleo se le puede financiar el televisor, caballero. Ud. pagaría una cuota mínima, muy cómoda, repartida durante 36 meses. Como verá, el que no compra es porque no quiere”- le dijo el dependiente. Y claro, “Tonto Paja” quería, vaya que si quería, ya se estaba viendo en la terracita, cervecita en mano, cantando los goles de su equipo. Durante apenas un instante, calculó: “a ver, alquiler: 800, préstamo fácil: 100, tv plasma: 50, ¡qué diablos! ¿y una de 42’’ pulgadas cuanto me saldría?”.

Mientras tanto “Madero Seco” empezó a ver los inconvenientes del hogar que había elegido. En invierno hacía un frío del carajo y en verano se asaba, literalmente, no tendría más remedio que instalar aire acondicionado. “No es un capricho, es necesidad”, pensaba mientras consultaba los presupuestos que había solicitado. ¡Una pasta gansa! “¿Cómo voy a pagar esto si ya con la hipoteca voy dando tirones?, no quiero más plazos, pero no me queda más remedio que ver si “Lobobank” me hace un arreglito”. Y esta vez, también lo consiguió, porque “Ud. ya tiene una propiedad y le sirve con aval, caballero”.

La situación de “Ladrillo Man” era distinta. Podía sobrellevar el pago de su deuda sin sobresaltos. Su trabajo estable, seguro y bien pagado le había permitido comprarse un coche, disfrutar de uno o dos viajes al año, rodearse de tecnología punta y comer y vestirse sin limitaciones. La vida le sonreía y él, agradecido, le devolvía el gesto.

Cuando los “Lobobank” del mundo volvieron a reunirse para compartir los resultados de su trama, decidieron que había llegado el momento de empezar a “soplar”, una vez que gran parte de los hermanos del planeta habían caído en sus redes, bajo el engaño del exceso de confianza.

Y eso hicieron.

Soplaron y soplaron hasta que todo empezó a tambalearse.

“Tonto Paja” no conseguía reunir, cada mes, el dinero suficiente para cubrir sus plazos. Primero dejó de pagar el televisor de plasma y empezó a llenarse de penalizaciones por impago, incrementando su deuda de manera gradual y sin pausa. Se unió el crédito personal. Más y más deuda, pero pensaba “Y ¿qué? Si no tengo nada ¿qué me puede pasar? Soy insolvente”. A los seis meses sin pagar el alquiler del apartamento, tuvo que abandonarlo. “¿Dónde me llevo el plasma ahora? Ah...a casa de “Madero Seco”, seguro que no le importa que me quede con él un tiempecito”.

A “Madero Seco” las cosas también empezaron a irle fatal. El interés de su hipoteca subía cada mes y sus dificultades para afrontarla iban en aumento. “En qué mala hora compré el aire acondicionado, con una buena manta y un ventilador hubiera podido escapar sin verme ahora con estos problemas”- decía mientras maldecía su mala suerte. En el trabajo tampoco le iba bien, estaban haciendo recortes de personal y temía que le tocara de un momento al otro. “Será mi desgracia”. Para colmo, se le había averiado el coche.

Aunque por un tiempo acogió a “Tonto Paja”, terminó por decirle que marchara a casa de “Ladrillo Man”, porque ya no podía ni darle un plato de comida todos los días, mientras los problemas se le multiplicaban como hongos. “Tendré que poner la casa en venta”- pensó, pero si no conseguía venderla, al menos, por el precio que había comprado, no podría saldar sus deudas. Así que pensó en alquilarla por un tiempo “ y consigo que se pague sola hasta ver si las cosas mejoran”. Tenía a su “Lobobank” pegado a la rabadilla, si por un casual no llegaba a tiempo de pagar la cuota mensual. “Señor Seco, lamento comunicarle que de persistir en el incumplimiento de pago en los plazos estipulados tendremos que acudir a instancias mayores, es decir, al Juzgado”. Al final consiguió unos inquilinos para su “casita prefabricada” y marchó con la cabeza baja a pedir asilo a casa de “Ladrillo Man”, mientras pensaba que tendría que seguir pagando un aire acondicionado sin poder disfrutarlo y, sobre todo, porque ese préstamo tenía como garantía su propia casa, ahora alquilada.

“Ladrillo Man” abrió la puerta de su casa a su hermano. ¡No podía dejarlo en la calle!. Ahora volvían a estar los tres juntos, pero por necesidad. Su “Lobobank” no había podido venir a soplar sobre su casa, aún,  pero tendría que hacer serios cambios en su economía: adiós a los viajes, restaurantes, ropa innecesaria. Tendría que ajustarse el cinturón, vivir de manera contraria a lo que había planeado para si mismo. ¡Me cachis, con lo que había trabajado para ello!”- pensaba, mientras sus hermanos, en la buhardilla que nunca amuebló, veían la final de España en el plasma de “Tonto Paja”, arrullados por el guineo de un ventilador que “Madero Seco” había aportado a la vida familiar.

Suerte que “Tonto Paja” y “Madero Seco” pudieron contar con “Ladrillo Man”; cuentan que en esta misma calle, un poco más arriba, los “Lobobank”, a base de soplidos, han aniquilado a varias familias y algún asesor, muy acertado,  ha dicho que “la tormenta perfecta” aún no ha empezado, pero será inevitable, porque está bien planeada y sobre terreno abonado.

Agárrense, muchachos, que viene el lobo y con hambre.

NOTA: Espero que a estas alturas alguien haya encontrado similitud entre lo que cuento y los Tres Cerditos y el Lobo Feroz. La idea surgió la otra noche, mientras le contaba el cuento a mi sobrino; claro está, el de “soplaré, soplaré y tu casa derribaré”. De momento, es muy pequeño para entender que “Lobobank” no es tu amigo, por más regalitos, tarjetas, créditos y otras lindezas que suele ofrecer. Y aunque suene a moneda desfasada, hay algo que uno nunca debería olvidar “Nadie da duros a cuatro pesetas y si te lo ofrecen así, te están engañando. No seas “Tonto Paja”.

4 comentarios:

Katy dijo...

Me ha encantado María, afortunadamente puedo decir que a lo largo de mi vida me he ido conformando con lo tenía. Desde pequeña me enseñaron no ambicionar más de lo necesario y a pagar al contado. Si no tenía más que para patatas pues eso. Patatas. Comprendo que mucha gente unos por necesidad, otros por ambición, otros por ingenuos han caído pero no tienen tampoco culpa. El canto de las sirenas era muy fuerte. Yo veia a gente de mi entorno pedir préstamos para celebrar bautizos, comuniones, bodas, hipotecar sus casa una y otra vez. Mientras una pues esas cosas las celebraba en casa y en familia y currándoselo sola. Y luego llegó el lobo...
Pero al final los cerditos se salvan. Y esa es nuestra esperanza. Algo está cambiando.
Me ha encantado tu "Cuento" ciertamente dramático pero magistralmente contado.
Un beso y enhorabuena por esta reflexión que ha parecido genial.
Ojalá te hubieras equivocado. Hay mucho dolor detras.
Besos

Fernando López dijo...

Hola María:

Genial. Los cuentos a veces son más reales que la vida misma. Y como se sabe los excesos se pagan. Otros se los cobran. Esperemos, como dice Katy, que los "cerditos" se salven aunque solo sea por humanidad.

Un beso y feliz semana

María Hernández dijo...

Hola Katy:

No tengo tan claro que "los cerditos" estén a salvo, ni siquiera los que trabajaron, ahorraron y vivieron de acuerdo a sus circunstancias, pero aún así hay que conservar la esperanza; aunque tener esperanza no significa quedarte debajo de un guindo a ver si cae algo. La esperanza del luchador, ésa es la que vale.
Como bien dices, hay mucho dolor detrás de tantas y tantas historias.
Hoy, mientras le contaba el cuento de los cabritillos a mi sobrino, me dije..."Recorcholis, otra vez el lobo éste metiéndose donde no le llaman", pero mi mente "descontadora de cuentos" volvió a ponerse en marcha y la aparición de este lobo, con engaños y patita enharinada, a pesar de las advertencias de la cabra madre a sus retoños y con el consiguiente festín a base de carne tierna, me "envenenó" nuevamente y pensé "la cantidad de hijos que se habrán metido en la boca del "lobobank" a pesar de que sus padres les advirtieran "cuidadín con los préstamos y las tarjetas"".
En fin, Katy, que no tengo remedio, a todos los cuentos les encuentro "su aquél".
Besos, amiga..que tengas una buena semana.

María Hernández dijo...

Hola Fernando:

Los cuentos, en realidad, son "versiones infantiles" de los peligros de la vida.
De manera magistral, se han ido contando cuentos desde ¿quién sabe?. No sé si una buena ración de cuentos infantiles tienen su efecto en la edad adulta, pero si te pones a pensar friamente el mensaje "subliminal" de muchos de ellos, no deja de ser esclarecedor.
Al "lobo" siempre le ha tocado el papel del malo, pero si se llamara "Estinorrincosaurodorrios" sería igualmente malo.
Para mí, en estos tiempos, el malo se llama banca, farmacéuticas y medios de comunicación. Ahí es nada, porque creo que nadie puede prescindir de ellos totalmente.
Un beso y buen comienzo de semana, Fernando.

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