Son las cuatro de la tarde, salgo pitando del trabajo, es lunes de carnaval y, aunque el tiempo no acompaña, esta noche saldremos nuevamente a la calle a bailar y a reír durante unas horas.
No lo puedo evitar, me gusta el carnaval.
Veo que se acerca el tranvía, corro un poco para ver si lo alcanzo y me evito tener que esperar un rato más; lo consigo. Valido el bono y me apoyo cerca de unas de las puertas, como todos los días.
Y entonces me fijo en un grupo de seis adolescentes, tres chicos y tres chicas. No creo que ninguno alcance los 15 años, pero igual me equivoco. Van haciendo ruido, hablando en voz alta, como todos a esa edad, pero además van disfrazados tan temprano. Hay una brujita, en la que destacan sus zapatos de tacón. Uno de los chicos no lleva disfraz a la vista. Y los cuatro restantes van disfrazados de “Amante”; camisa blanca, corbata desaliñada, pantalones cortos o calzoncillos y muchos besos de carmín rojo, pero muchos, muchos; en el cuello, en la cara, en los brazos, en la misma camisa.
Bajo una sonrisa voy imaginando el rato que se han pasado besándose los unos a los otros para ir dejando esas marcas visibles. Y me río, porque hace dos años me pasé un buen rato pintándome los labios y estampándoles besos a mi hijo y a un amigo suyo que vinieron a casa a disfrazarse de lo mismo.
Los sigo observando sin poder evitar que la sonrisa me acompañe. Y entonces me fijo en la pierna de una de las chicas, lleva escrito, en rojo, “Amante”, de arriba abajo. La sonrisa se convierte en carcajada disimulada. Lo lleva escrito por si hubiera alguna duda respecto a su disfraz, a ver si la van a confundir con otra cosa, jaja.
Y entonces reflexiono sobre mis propios disfraces, si también, a lo largo de los años, he tenido ese “deseo oculto” de aparentar lo que me gustaría ser y no soy, y casi me parto de la risa recordándolos.
Desde mis primeros años hasta la actualidad, dejando como paréntesis los años que viví fuera de Tenerife, mis disfraces han sido: gato, gitana, hada, campesina, romana, niña pequeña, cabaretera, troglodita, camarera fashion, chica de los ’60, Morticia Adams, santera, muñeca Guendolín (la del recuerdo de la mili), jueza, china, pirata, bruja, ganster, vampiresa y el sábado pasado, payaso.
Esta noche toca ir de japonesa. Me hubiera encantado tener un buen kimono y transformarme en geisha, pero no podría bailar con tanta “tela”. Así que he optado por una antigua bata “con dragón”, unos pantalones de pijama de raso, unos bonitos palillos para comer chino que he pintado y decorado con unas flores artificiales y el maquillaje.
Dado que me atrae lo oriental, los palillos “floridos” en mi pelo serán como la palabra “amante” en la pierna de la adolescente. Aparentar ser lo que no soy, pero me gustaría.
Es carnaval, carnaval.
4 comentarios:
Hoal María divertida tu entrada como los carnavales de gran tradición en tu bella tierra. Lo has vivido desde niña. Te deseo esa diversión y relax que te hagan felices y te distraigan. Que lo disfrutes junto a tu familia y amigos. Te puedo imaginar perfectamente con un "kimono" solo te faltan los ojos schinados que puedes disimiular con tu hermosa sonrisa.
Besos
AYYYYYY cuanta envidia sana te tengo......... y yo aquí sin haber entrado a mi cassa ni una pizca de purpurina...jajaja.
Sólo espero que cuando el pequeño haya crecido lo suficiente a mí no se me hayan quitado las ganas de salir a bailar........ Bueno me vengaré el sábado en el Carnaval de Día. Besitos, pasatelo muy muy bien y ya sabes; fundamento y no llegues tarde..llevas las llaves? y dinero? jajajajajaja
Jejeje... a estas horas quizá acabes de llegar a casa después de la fiesta.
¿Nos regalarás fotos?
Un abrazo y disfruta, María, que te lo tienes merecido.
Cómo me gustaría que me gustara el carnaval ¡¡pero no lo he logrado nunca!! Sin embargo, lo que sí admiro y mucho es todo el trabajo y la ilusión que le ponéis.
Que lo paséis muy bien en vuestra fiesta por antonomasia y que haya fotos.
Un abrazo.
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