31 de diciembre de 2008

Feliz Año Nuevo 2009

Para todos mis familiares y amigos...
Feliz Año Nuevo 2009
María Hdez.
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MAMA DAME TETA


Ayer, mientras repasaba las noticias en la red, un titular captó mi atención “Desata Facebook debate por fotos amamantando” y leí, envuelta en perplejidad, lo que se había montado. Inmediatamente, le envié el artículo a mi hermana, defensora de la lactancia materna, tal y como intenta reflejar en su blog MAMADAMETETA. No tardó mucho en colgar el artículo, indignada.

Por lo visto, Facebook suprimió la foto de una usuaria porque aparecía amamantando a su hijo, ya que su política de uso del servicio implica que la página sea segura para todos los usuarios, incluyendo niños. Según su portavoz "Fotos que contienen un pecho completamente expuesto (definido como el que muestra el pezón) violan esos términos (sobre material obsceno, pornográfico o sexualmente explícito) y pueden retirarse", indicó en un comunicado.

Puedo llegar a entender que existan unas “normas” que uno acepta libremente cuando entra a formar parte de un colectivo, pero el que sea considerada una “norma”, no significa que no pueda ser absurda e incoherente. Y ésta desde luego lo es. Pretender proteger a un niño del pecho de una madre es antinatural, estúpido y, si me apuran, de enfermo mental.

Un pezón puede resultar “obsceno, pornográfico o sexualmente explícito” dentro de un contexto que lo haga parecer así, pongamos una revista pornográfica o una película para adultos. Pero de la misma forma, una lengua también podría parecerlo y no creo que nadie se rasgue las vestiduras cuando se cuelga una foto de alguien enseñándola.

En una sociedad “desnaturalizada” como la actual, donde el culto al pecho femenino pasa por el quirófano y la silicona y no por su verdadera naturaleza funcional, dejar que exista una censura de este tipo, sobre un acto tan natural como dar de mamar a un bebé, me parece del todo reprobable. Es más, ya que tal censura procede de una norma, me refugiaré en otra norma más internacional, la
Convención sobre los Derechos del Niño, que es de aplicación desde 1990 por las Naciones Unidas y que dice así en su artículo 24, 2e):

Asegurar que todos los sectores de la sociedad, y en particular los padres y los niños, conozcan los principios básicos de la salud y la nutrición de los niños, las ventajas de la lactancia materna, la higiene y el saneamiento ambiental y las medidas de prevención de accidentes, tengan acceso a la educación pertinente y reciban apoyo en la aplicación de esos conocimientos”.

La Lactancia Materna no es algo que unas pocas “progres” estén empeñadas en rescatar del olvido. La lactancia materna es, por encima de todas las cosas, un acto natural, propio de todos los mamíferos, que garantiza la nutrición del recién nacido y, por tanto, una supervivencia mayor de la especie. Desgraciadamente, el resto de los mamíferos no tiene una farmacia cerca cuando la lactancia natural no es posible; Eso tendría que hacernos pensar. Lo natural y normal es dar el pecho y lo “artificial” es alimentar con biberón, aunque sea factible, como también lo era utilizar una nodriza cuando la madre no podía amamantar al bebé.

El acto de amamantar, lejos de cualquier romanticismo, es una necesidad vital y como tal debería mostrarse, sin tabúes estúpidos que sólo proporcionan prejuicios y perjuicios.

No me gusta generalizar, pero en este caso, donde la leche materna es gratis, ¿es posible que exista interés en hacer del amamantamiento algo “lejano, extraño, anticuado, obsceno, pornográfico o sexual”? A ver, que una mamá reciente haga la cuenta de cuánto dinero se ha ahorrado dando el pecho, sin contar cuánta salud le ha dado a su hijo, que en el fondo, es lo que a todos nos interesa. SALUD y AMOR.

Si después de reflexionar sobre esto, alguien sigue viendo cosas “impúdicas” en una madre que amamanta, que se lo haga mirar por un especialista, rápido, sin pérdida de tiempo, creo que Ud. está enfermo.
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22 de diciembre de 2008

Feliz Navidad


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17 de diciembre de 2008

65 horas de jornada laboral


Como trabajadora y “cabeza” de familia he estado preocupada por el devenir de la votación que iba a celebrarse hoy en la Eurocámara por el asunto de la jornada de 65 horas semanales de trabajo.
Acabo de leer para alegría mía, y espero que de muchísimos trabajadores, que, al final, más de 500 eurodiputados han votado a favor de algunas de las 41 enmiendas presentadas, lo que significa que habrá un nuevo periodo de “conciliación” (90 días) y si no hay acuerdo, la propuesta de este “exceso de jornada” desaparecerá.

Desde mi profunda ignorancia, pero aplicando el poco sentido común que creo tener, no logro comprender cómo se ha llegado a este punto, donde los derechos adquiridos por los trabajadores, a lo largo de la historia, sobre todo durante el último siglo, parecen ir a la deriva, navegando sobre un mercado económico y financiero mundial cuajado de tempestades y huracanes, a cual más preocupante.

Admito que he tenido que estudiarme lo que significa “
flexiguridad”, vocablo muy utilizado en esta propuesta. Por lo visto, este término hace referencia a un sistema utilizado en Dinamarca, que proporciona una gran flexibilidad a las empresas a la hora de contratar y despedir, pero al mismo tiempo garantiza el cobro del 90% de su sueldo en prestación a las personas que se vean desempleadas, hasta un máximo de cuatro años. Durante este tiempo, tendrán que realizar cursos de formación y si la situación de paro continúa, se les instruirá en los sectores con más oferta de empleo. De manera que se une la flexibilidad laboral a la seguridad de poder mantener la economía familiar, a pesar de perder el empleo, y tener la seguridad que el sistema hará lo posible para una rápida reinsersión laboral.

Hasta aquí, creo yo, no hay mucho malo que objetar ¿verdad?. Sería ideal un sistema así, que te protegiera en caso de pérdida de trabajo, sin dejarte al límite de la miseria y que, además, se comprometiera en serio en ayudarte a volver al mercado laboral con un plan de empleo y formación casi “idílico”, visto desde la distancia y con todas las reservas del mundo, ya que no conozco a ningún danés que pueda hablarme del sistema en cuestión.

Pero ahora es donde me pierdo totalmente. No comprendo que tienen que ver las 65 horas de jornada con el sistema danés. No le veo color por ningún lado.

Según la información que aparece en la
página del Ministerio de Refugiados, Inmigración e Integración de Dinamarca, en este país la jornada laboral es de 37 horas semanales con 5 semanas de vacaciones pagadas. Además cabe destacar de la entrevista a Claus Hjort Frederiksen , ministro de empleo danés, que publicó el Suplemento de El Mundo el 24 de Junio de 2007, lo siguiente:

P.- ¿Cuál es el precio de la 'flexiguridad'?
R.- Es muy caro. Muchos políticos europeos vienen a estudiar el sistema y lo encuentran tremendamente interesante por lo flexible, pero cuando hablamos de la parte de seguridad y de las políticas de educación, les cambia el semblante.

A saber, Dinamarca es un país con una población que ronda los 5 millones y medio de habitantes, más o menos como Madrid, con una tasa de paro del 3.7 %. España, por el contrario, tiene más de 46 millones de habitantes y casi 3 millones de parados. Y ya les resulta caro mantener ese plan.
A ver si alguien viene y me lo explica porque no hay forma de que me entere. Tal y como está la economía mundial, hundida, casi ahogada por completo, gracias a los “grandes inversores”, los reyes del mambo, los de la sartén por el mango, los verdaderos protagonistas de “La avaricia rompió el saco….del banco”, donde cada día se presentan ERE de diversas empresas, que en el mejor de los casos, sólo reducen las jornadas de trabajo a la espera de una mejoría, que se antoja lejana, y en el peor te dejan en la calle, donde se acabaron las horas extras, donde la hipoteca asfixia y la cesta de la compra no se abarata. Si no hay trabajo, no hay consumo, nadie gasta ¿Dónde piensan emplear tantas horas al personal?.

Yo sé lo que pasa, me lo imagino… En tiempo de crisis todo el mundo le teme al futuro, a la posibilidad de la caída, a acabar en la pobreza y a algunos les interesa la “flexiguridad” pero no dentro de un marco de respecto, sino agarrándote de las entrañas y diciendo “es lo que hay, o trabajas tanto o no hay curro...eso sí, la horita es a precio de saldo, no vayas a hacerte rico mientras trabajas para mi”.
Todo lo contrario ocurre en Dinamarca que es la nación más feliz del mundo, según cuentan en la revista
www.solociencia.com (leer más).

Que no nos mientan, la “flexiguridad” de Dinamarca, es de Dinamarca y la que pretenden colarnos es otra, a propuesta de Reino Unido que, para más INRI, sólo quiere ser europeo cuando le interesa, mientras tanto continúa con su Banco Central y su moneda. Vamos..soy británico, reino unido, un poco europeo, pero sobre todo, “flexiguro” de 65 horas.

Ay, ay, ay…. Menos mal que reinó la cordura y los eurodiputados votaron en contra de tan polémica propuesta británica porque ya me veía mandándole mensajes al móvil a mi hijo para desearle buenos días, que calentara en el microondas las judías que hice ¿el domingo de la semana pasada?, buenas noches…no me esperes.
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10 de diciembre de 2008

Ser padres...


Leyendo lo que dice mi hermana sobre su hijo (“mi peloto”), me vienen a la mente esos primeros sentimientos que los nuevos padres empezamos a forjar cuando una nueva vida llega a la nuestra; un nuevo ser que cambiará nuestra existencia para siempre. Nuestra forma de pensar, de actuar, de soñar....todo.

Luego será la vida quien irá recolocando todas esas incógnitas, revestidas de deseos, y no siempre se corresponderán con aquello que soñamos, aunque, a veces, sí.

Se dice por ahí que uno empieza a ser buen hijo cuando comienza a ser padre y no le falta razón a la sentencia. Desde que la vida de tu retoño se convierte en lo más importante de tu existencia, te planteas lo que fuiste, eres o serás para tus propios progenitores y descubres que, aunque ames hasta el infinito a tu vástago, antes otros hicieron y hacen lo mismo por ti, si aún tienes la suerte de conservarlos.

Hasta que ese momento llegue pasarás de ser una personita, totalmente, dependiente de ellos, para poco a poco ir rompiendo los cabos de amarre hasta convertirte en adulto, aunque para ello pienses, más de una vez, “mi madre es una pesada” o “mi padre no lo entiende”. En esta carrera hacia la madurez irás resolviendo todas las incógnitas que tus padres albergaron sobre tu futuro, con aciertos y errores.

Ser padre es como intentar licenciarse en la carrera del “¿Qué será?”, disciplina en la que nunca se llega a ser experto del todo; durante un llanto ¿qué será, gases o hambre?, tras una caída ¿qué será, un rasguño o un corte profundo?, en sus estudios ¿qué será, un aprobado o un suspenso?, en la adolescencia ¿qué será, responsable o bala perdida?, en su juventud ¿qué será, buena persona o mala gente?, en su vida ¿qué será, feliz o desgraciado?. Cada respuesta irá marcando la vida, la del hijo y la de los padres.

Imagino que el mejor reconocimiento “académico” que se puede llegar a tener en una carrera tan larga como ésta, será poder reunir a todos los hijos, con sus propias vidas, desvelos y retoños, y tras unos momentos de relajación, pensar “valió la pena el esfuerzo”.

Quizás, las fiestas que se avecinan sean un buen momento para darles, a nuestros padres, un “aprobado” con nota: “Te quiero” + beso.

Nota: para las madres, el beso se puede conjugar con un achuchón, nos encanta.
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1 de diciembre de 2008

¿Qué fue de los amigos invisibles?


Hay quienes a lo largo de su infancia cuentan con la apreciada presencia de un “amigo invisible”. Seguramente, jugar debe ser parte de una obligación infantil innata y cuando las circunstancias no permiten tener amigos de carne y hueso, para compartir unas horas de diversión, la fantasía viene a suplir esta carencia haciendo “aparecer” a estos seres.
Yo, que recuerde, no tuve ninguno, pero mi hijo tuvo TRES y al mismo tiempo.
No puedo establecer con claridad el momento exacto de su aparición en casa, pero los recuerdo con mucho humor. Mi hijo tenía unos tres años y sus “inseparables” se llamaban Güisa, Antonio y Javier.
De pronto, lo escuchaba charlando, animosamente, con sus amigos; les daba explicaciones sobre la manera correcta de colocar sus coches “medianos” en la alfombra o cómo hacer una larga caravana que ocupara todo el pasillo. Otras veces, emulaba ser su mentor y les daba grandes dosis de medidas correccionales, como de qué manera tenían que sentarse o lavarse las manos.
Hasta aquí todo era normal, pero el asunto cambiaba cuando mi pequeño lord hacía que sus imaginables formaran parte de las escenas cotidianas.
Un día, por ejemplo, al irme a sentar en el sofá, escucho – “ Nooooooo,. Mamá, que están sentados Güisa, Antonio y Javier, los vas a aplastar”- y yo me quedé a medio camino del sofá, con el trasero en pompa y con cara de póker.
En otra ocasión, casi cometo un asesinato en serie cuando puse en marcha la aspiradora y casi atraigo hacia la tripa del electrodoméstico a los amiguísimos; menos mal que una vocecita de alarma me gritó – “ Mamiiiiii, no, nooo…que Güisa, Antonio y Javier están durmiendo, escondidos en los cojines”. Tuve que esperar a que se despertaran y “amablemente” decidieran cambiar de ubicación.
Pero sin duda, el episodio más divertido ocurrió cuando íbamos a irnos de vacaciones. No sabía que iba a pasar cuando mi hijo no pudiera explicarme cómo diablos pensaba llevarse a sus amigos, porque, evidentemente, no íbamos a pagar tres billetes más de avión. Así que puse mucho cuidado en no nombrarle a sus amigos durante los preparativos del viaje. Llegado el día de nuestra partida y ya dentro del avión, mi hijo me dice – “Antonio y Javier no han venido”- . Lo miro con cara de …”Oh my god” y continúa – “pero Güisa si viene”. Enseguida me puse a temblar porque imaginaba lo que podría pasar cuando el pasajero del asiento contiguo viniera a sentarse, ¡qué espectáculo!, pero muy resuelto me dice mi vástago -“Güisa está allí”- señalando hacia la parte delantera del avión, tras la cortina. Carambaaaaaa con Güisa, iba en clase preferente.
Estando en casa de los abuelos, mi queridísimo hijo localizó una preciosa cabeza especial para prácticas de peluquería de su tía y se entretuvo, muy calladito, en pintarrajearle la cara, como si de un maquillador se tratara. Cuando descubrimos el desastre, le pedí explicaciones sobre su comportamiento y me dijo – “Es que Güisa quería estar guapa”- y al adquirir forma “humana” (algo rara, eso sí), Güisa desapareció para siempre, lo que me hace pensar que todo, en nuestras fantasías, es más perfecto y deseable y que cuando lo hacemos realidad pierden parte de su misterio.
A veces me pregunto, si Güisa, Antonio y Javier, habrán crecido tanto como mi hijo o se han quedado para siempre escondidos entre los cojines de aquél sofá.
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