29 de junio de 2009

Sin buena mano de obra

Ayer, durante un momentito que mi sobrino le dio tregua a su película de Mickey preferida, pude ver un trocito del programa “Callejeros viajeros: Dubai” de la cadena Cuatro.

Reconozco, abiertamente, que no lo vi en su totalidad porque, como era de esperar, mi sobrino reclamó su momento de relax televisivo. Pero en los pocos minutos que si pudimos verlo, escuché algo que no ha dejado de rondar en mi cabeza.

Las “anfitrionas” españolas guiaron a los reporteros de Cuatro, en primer lugar, por sus “fastuosos penthouses” y luego sobre algunas obras a pie de playa artificial donde obreros indios se encargaban de transformar el desierto en una ciudad de “lujo y exceso” arquitectónico.

En un momento concreto la reportera le pregunta al grupo de trabajadores indios cuántas horas trabajaban al día y cuántos días a la semana, a lo que ellos respondieron “9 horas al día, 6 días a la semana” pero cuando le preguntó:

“¿Cuánto cobras al mes?”- una de las españolas afincadas en Dubai dijo “¡No, no, no se puede!” mientras la otra española apuntaba “Lo que es importante es que tienen una sonrisa en la cara”.

“¿Por qué es tan tabú el tema del sueldo de esta gente?”
pregunta, acertadamente la reportera y no se pierdan la respuesta de la española:

“Todo el mundo sabe lo que hay en Dubai, no levantas una ciudad así en dos días...SIN BUENA MANO DE OBRA

Más adelante podemos descubrir por qué estos obreros indios, que junto a los pakistaníes que hay en Dubai conforman el 80% de la población, SONRÍEN. Viven hacinados, más de 25 personas, en cuchitriles, sin posibilidad de higiene, sin que les dejen usar el aire acondicionado durante todo el día, sin más aliento que trabajar para cobrar unos 200 euros al mes. Es que si no sonríen ¿qué les queda?.

Está claro que Dubai es el ejemplo más extremo donde los haya; lujo, pobreza, expansión, hacinamiento, excesos y escasez.

Pero en mi cabeza no deja de resonar esta frase “no levantas una ciudad así en dos días, SIN BUENA MANO DE OBRA”; mano de obra barata, bajo coste, sin derechos.

Aquí les dejo el vídeo, que ya han colgado en Youtube, para que puedan verlo por si mismos. En el minuto 03’24’’ está la frase del día.







--> Seguir leyendo...

25 de junio de 2009

Niños, vacaciones y trabajo


Ayer me comentaba mi hermana acerca de la cantidad de niños que, estos últimos días, se ven jugando, por la tarde, en la plaza de su comunidad de vecinos, al cuidado de sus abuelos o familiares.

El curso escolar ha terminado y lo que para ellos es el comienzo de un verano lleno de diversión y descanso, para sus padres, en cambio, es un periodo de incertidumbre, de ajustes, cambios de horarios, petición de favores, stress acumulado. Eso sí, lo que tanto padres como hijos piensan al unísono es que será un “verano interminable”.

A nadie se le escapa que la situación familiar en este momento es muy distinta a la que en tiempos pasados era la habitual en las familias españolas. Ahora hay de todo “como en botica”: matrimonios, padres y madres divorciados o separados, padres y madres solteros o viudos con lo cual las “temidas” vacaciones se convierten en un galimatías casi imposible de resolver.

¿Qué hacemos con los niños durante tres meses?, porque aunque el curso comience en septiembre, no lo hace a pleno rendimiento de horas lectivas, servicios de comedor y actividades complementarias hasta casi llegado el mes de octubre.

Y ahora
¿qué hacemos con los niños?

Las familias aplican distintas fórmulas para poder seguir cumpliendo con sus obligaciones laborales al tiempo que dejan a sus retoños a buen recaudo.

Algunos, los más afortunados, aún recurren a los abuelos y éstos, a pesar de su edad, de sus achaques y falta de energía, los acogen durante el periodo estival y, en el mejor de los casos, hasta que los padres pueden disfrutar de sus periodos de vacaciones.

Otros se exprimen en el seso y la cartera para encontrar algún centro o campamento de verano donde sus hijos puedan pasar parte del tiempo mientras sus padres siguen trabajando.

También los hay que se “reparten” los días de vacaciones, de manera que el padre pueda atenderlos durante un mes y la madre durante el otro, pero siempre quedan flecos de días y horas donde la improvisación es la madre de las soluciones. A esta opción es la que recurren los padres separados “contigo un mes, conmigo el otro y ya veremos como nos arreglamos el resto”.

Siempre les queda pensar “ya crecerán”, pero mientras tanto ocurre, lo que está de manifiesto es que la sociedad española ha ido por un lado y las realidades sociales por otro. Son muy pocas las familias que pueden “sobrevivir” con un solo sueldo, en el caso de las parejas o matrimonios, pero si hablamos de las familias monoparentales no queda otra que trabajar, sí o sí.

Algo tendrá que cambiar y los viejos esquemas de los periodos escolares, aceptados y acatados durante décadas, tendrán que sucumbir y renacer con los nuevas realidades.


No es lógico que durante cada periodo vacacional escolar (y son varios: Navidad, semana blanca o carnavales, Semana Santa, verano más el resto de días no lectivos) las familias se vean abocadas al más alocado disparate intentando, por un lado, cumplir con sus obligaciones paternas, proporcionando cuidado y atenciones a sus hijos y, por otro, con sus obligaciones laborales.


Ya no se puede hacer como hacían con nosotros, que nos daban la llave de casa mientras tus padres trabajaban, porque a poco que algo se tuerza intervienen los Servicios Sociales y por cumplir con tu jornada laboral sin tener otra opción para cuidar de tus hijos en tu ausencia, te puedes ver con una denuncia por abandono.

Señores, no se puede estar “a dios rogando y con el mazo dando”, si las jornadas laborales son, cuando menos, de 8 horas diarias, más desplazamientos, durante 11 meses al año y dadas las circunstancias para sobrevivir todos tenemos que trabajar, máxime cuando tienes hijos a tu cargo, hay algo que no cuadra. ¿No les parece?.

La realidad social ha cambiado y no podemos seguir obviándolo.
--> Seguir leyendo...

19 de junio de 2009

Me crecieron los enanos


Al mismo tiempo que la primavera nos regala el color de sus primeras flores, durante el mes de abril, llegan los “becarios” a mi vida. Son chicos y chicas que están a punto de acabar sus estudios y vienen a hacer prácticas de empresa.

Durante los primeros días, entre compañeros, decimos cada año “Otra vez nos ha tocado”, porque el tener que convertirnos en enseñantes obligados, durante un par de meses, se nos hace pesado, o no tenemos ese don para explicar, o, simplemente, pensamos que nos retrasa nuestro propio trabajo, del que sí tenemos que dar cuenta.

A mi, personalmente, no me cuesta mucho, pero reconozco que las tareas que realizo no son las que ellos han imaginado que van a aprender durante sus días de prácticas, aunque, indudablemente, mi trabajo forma parte de las empresas para las que se han estado preparando durante algunos años, aunque nadie se lo advirtiera.

Estando así las cosas, no me extrañan nada las caritas que ponen cuando, desde el primer día, les enseñan el departamento y alguno de ellos queda a mi cargo durante unos días para que lo aleccione sobre los pormenores de mis funciones, hasta que le toque a otro pasar por la misma experiencia.

Lo primero que noto es un atisbo de decepción, como quien se está diciendo “pero si yo lo que quiero ser es....”, y por eso intento explicarles la importancia que tiene el saber cómo funciona este departamento de cara a su futuro trabajo en otros. No me gusta que sus ilusiones se rompan nada más empezar y que poco a poco vean que podrán practicar en otros departamentos. Intento que no se desanimen y que comprendan que las empresas no están formadas por profesionales “individuales” sino que es labor de un equipo de personas, más o menos numeroso, pero siempre ligado a un fin común: terminar un producto lo mejor posible.

Poco a poco y según pasan los días, aquél departamento tan ajeno a sus sueños, se convierte, poco menos que, en su lugar de referencia, donde acuden al entrar en la empresa, donde dejan sus pertenencias, donde regresan cuando no saben que hacer, donde me encuentran y compartimos de todo un poco; charla, conocimientos, problemas, la hora de comer, risas, dudas, etc. y de tener uno sólo, acabo con todo el grupo reunido.

Cada primavera llegan hasta mí “nuevos becarios” desconocidos y cuando el verano está a punto de empezar, al término de sus prácticas, los que se van, no son los mismos que llegaron; los que se van son “mis nuevos amigos”, aunque, en algunos casos, les llego a doblar la edad.

Entre ayer y hoy me he tenido que despedir de “mi grupo”: Alberto, Gabi, Judith. También lo he hecho con otro grupo con el que no tuve tanta relación: Chaxi, Héctor y Camilo. Pero siempre me quedo con una sensación extraña, como quien deja marchar a alguien especial, como si me hubieran "crecido los enanos", y al mismo tiempo me alegra saber que han acabado su formación y ante ellos se abre otro nuevo mundo de expectativas. No me gusta que sea un “adiós definitivo”, sino un “hasta luego” y, al mismo tiempo que reparto besos y abrazos, les doy mi email, para que sepan que no fue una obligación para mi, sino todo lo contrario, una experiencia que siempre me enriquece, que me contagia su ilusión, que me hace olvidar que un mal día de abril dije
“Otra vez nos ha tocado”.

Para Alberto, Gabi y Judith: mis mejores deseos para vuestro futuro y espero que algo de lo que compartí con ustedes les quede, aunque sea para provocar una sonrisa al observar, con interés, las “cosas” que muestra el reflejo de un espejo en una foto. Con todo mi cariño.
--> Seguir leyendo...

16 de junio de 2009

16 de Junio

Segunda quincena de Junio, se acercan las vacaciones y los niños ya están soñando con los eternos días de asueto, sol y diversión sin fin. Esto no ha cambiado en los últimos “taytantos” , pero esa vez, con apenas seis años, yo tenía otra ilusión, algo distinto, un “no se qué”.

Amanecer del 16 de Junio:

“Papá nos ha despertado hoy. Es raro, porque siempre lo hace mamá. Nos explica que ella está en el hospital porque “el bebé” viene de camino.
En su afán por atendernos lo mejor posible, intenta preparar la leche en polvo para nuestro desayuno, pero algo sale mal y lo que debería ser leche reconstituida apenas es una mezcla grumosa. No hay solución, o esto o nada, se está haciendo tarde para llegar al colegio”.



Durante la mañana en el colegio:

“Me pregunto a cada rato si cuando regrese a casa sabré, por fin, si seré hermana de una niña o de un niño. Esas cosas no se saben hasta que nacen. Las horas se hacen eternas. No tengo reloj pero si tuviera no dejaría de mirarlo a cada rato. Estoy nerviosa. Mamá no está en casa y eso me preocupa.”


Salida del colegio:

“Mi hermana mayor se apresura a recogernos, a mis primos y a mi, a la salida del cole. Enfilamos camino a casa de mi abuela, pero antes debemos dejar a mis primos en el portal de su casa. Tras hacerlo y llegar casi al final de la calle, una señora nos avisa que alguien nos llama desde el otro extremo, desde una azotea. Mi tía grita a lo lejos “ya nació, ya nació, es una NIÑA” y mi hermana me decía “Nenita, es una niña, ya nació, es una niña”.

Voy a “conocer” a mi hermana:

“Me he puesto el mejor de mis vestidos, quiero que mi hermana y mi madre me vean guapa. Es muy bonito, blanco, con mangas azul marino y topitos blancos. Creo que les gustaré. No me dejan entrar, soy muy pequeña, tengo que esperar en la calle. Me siento triste porque quería verlas, a ella, “mi hermanita” y a mi madre. Espero un rato y se hace el milagro. Allí están, tras el cristal, allí arriba, las veo. Mi madre la lleva en brazos. Las veo. Puedo adivinar su carita menuda, aunque ella no puede verme. Acabo de conocer a mi hermana, la que había soñado e imaginado durante tantos meses. Ahí está y es MI HERMANA”.


Ese día, 16 de Junio a las 2 de la tarde, mi vida cambió para siempre. Dejé de ser la hermana pequeña para transformarme en la hermana del medio y ese verano fue uno de mis mejores veranos, porque mi hermanita se había convertido en lo MEJOR que nos había pasado.

Para la “niña de mis ojos” en su cumpleaños. Muchas felicidades, hermana. Sin ti mi vida sería otra; menos mal que estás en mí.
Somos agua del mismo cielo, tu dulce, yo salada... Por todas esas veces que has sido "mi puerto". Te quiero, hermana.




--> Seguir leyendo...

5 de junio de 2009

Hasta que la tinta nos separe...


Ayer me quedé embobada mirando la pierna de un muchacho que caminaba delante de mí.
Exhibía unas letras góticas enormes, en sentido descendente, desde su gemelo hasta el tobillo, que ocupaban toda la parte posterior de su pantorrilla.

Confieso que me costó leerlas; entre el movimiento de su pierna, mi propio andar, esa grafía ornamentada y la escasa luz de la mañana recién estrenada, apenas podía intuir su significado. Entornando un poco más mis ojos, en un débil esfuerzo por agudizar mi vista, pude ir descifrando el mensaje, letra a letra:
“Á N G E L A”

No hay nada extraño en llevar el nombre de alguien tatuado en la piel; hoy en día, donde los tatuajes en todas sus variantes están de moda, no resulta ni siquiera llamativo, tal como hubiera pasado años atrás. Pero algo rondaba mi cabeza mientras contemplaba aquellas letras, tan grandes, tan rotundas, tan …“Á N G E L A” en todo su esplendor.

¿Quién sería ella?, solo cabía la posibilidad de que fuera su pareja, pero…¿sería su actual pareja o alguien del pasado?. ¿Habría alguien tan irreflexivo como para tatuarse el nombre de una persona sin saber si estaría ahí para siempre?. ¿Mantener una presencia tan indeleble, una marca tan definitiva, tan evidente, tan explícita, tan visible?. Un recuerdo aleteó en mi cabeza; una antigua canción que, cuando era niña, cantaba mi madre: “Ella me quiso y me ha olvidado, en cambio yo no la olvidé…y para siempre iré tatuado, con este nombre de mujer”.

De repente el sentido y la imagen del tatuaje cambiaron en mi mente. No eran simplemente letras, ni un nombre, ni la pericia de un tatuador; Era algo más profundo: un símbolo, una promesa, un compromiso.

Sorprendentemente…hoy, donde nos falta voluntad para comprometernos, donde enarbolamos la bandera de nuestra libertad como si fuera el pendón de nuestra fortaleza, donde mi “Yo” es más “mío”, cuanto tu “” es más “tuyo” y cada cual en su casa porque mi armario no lo comparto, parece increíble que surjan fórmulas alternativas a los clásicos anillos de compromiso, a los votos del matrimonio o a las promesas de amor eterno, pero ahí están, delante de nuestros ojos y bajo la etiqueta de “moda”… en un solo nombre, muchas palabras:
“Á N G E L A”

Por ti Ángela, por ser la persona a la que amo profundamente, porque creo que estaré siempre a tu lado y tú al mío, porque quiero que todo el mundo lea que sólo eres tú, así en grande, impreso con estilo clásico.. Por ti, mi amor, para que te sientas orgullosa cuando vayas a mi lado, porque todos podrán ver que soy tuyo. Esta marca es una prueba de amor sincero, verdadero, porque no se borra, no se quita. Te quiero tanto que hipoteco mi piel a tu nombre para el resto de mi vida y si por algún motivo llegaran a existir otros nombres, el tuyo, amor mío, será el legítimo, el mejor, el primero…
hasta que la tinta nos separe”

Sólo un apunte:
¿Te quiero más cuanto más grandes son las letras o lo que cuenta es la intención?



NOTA: Este post lo publiqué anteriormente en un blog donde colaboré, pero lo quise compartir con todos vosotros.
--> Seguir leyendo...
Related Posts with Thumbnails