24 de noviembre de 2009

"El Pena"


Al leer “Adversidad ¿para qué?” en el blog de mi amigo Germán Gijón, he recordado una de esas fatalidades que ocurren en la vida de algunas personas y que marcan el destino de éstas, definitivamente, para bien o para mal.

“Sebastián ya rondaba los 60, o casi, cuando le conocí; era padre de una gran familia, humilde, de pueblo, honrada y trabajadora. Su ocupación: el campo, día y noche, invierno y verano, ganancias o pérdidas, siempre enredado entre semillas, surcos y cosechas.

Como la gran mayoría de sus paisanos, Sebastián tenía apodo, le conocían como “El Pena”. Siempre llamó mi atención porque su uso nunca me había parecido tan injustificado como en ese caso. Era un hombre alegre, "buena gente" y que silbaba y tarareaba desde el amanecer, todos los días de su vida. Te lo podías encontrar calle arriba, silbando alguna copla o cantando entre dientes y al llegar “a tu vera”, pararse y, con una amplia sonrisa, decirte “A las buenas, niña”. Nunca entendí, ni nadie supo explicarme, el por qué de su apodo y lo achaqué a la fina ironía andaluza que donde no quiere decir, dice y donde ignora, señala. Simplemente, me hacía gracia “ ¡qué simpáticos! ” –pensaba, mientras imaginaba al “listillo de turno” que se había entretenido en apodarlo y señalarlo justamente con la característica más ausente en su forma de ser.

Personalmente, mi relación con “El Pena” y su familia giró entorno a la amistad que nos unía a uno de sus hijos, el mayor, otro Sebastián. Esto me permitió visitar su casa, conocer a todos sus miembros, relacionarnos y abrir un vínculo de respeto y amistad.

Lo recuerdo y le veo de camino a sus labores. “ ¡Buenas tardes, Sebastián! ” –le decía, levantando la mano para regalarle un saludo. “Vaya con dios” –respondía sonriendo mientras continuaba su ruta.

A Sebastián “El Pena” un día le visitó “la adversidad”. No sé si fue por teléfono, si poco a poco, si de golpe, no lo supe, pero alguien le dio la noticia: “ha tenido un accidente”. En ese momento, su vida dio un giro de 180º y donde florecieron los sonidos de su silbido, la amplitud de su sonrisa y el eco sonoro de sus coplas, se instaló el silencio para siempre. Un hijo, uno de sus queridos hijos, había tenido un accidente laboral. Se había precipitado, mientras trabajaba, desde varias alturas de un edificio en construcción y la vida se le rompió en mil pedazos. Atrás, y para siempre, quedaban los planes de boda, los proyectos con su novia, los muebles que no llegarían nunca al recién e ilusionado piso en común. Atrás, y sepultados para siempre, su juventud, su color moreno, sus preciosos ojos verdes y aquella bonita sonrisa, heredada de su padre “El Pena”.

Demasiado duro para Sebastián que no supo, no encontró o, simplemente, no quiso encontrar un motivo para seguir. Las últimas notas que lo emocionaron y escucharon sus oídos, tan acostumbrados a sus silbos y tarareos, fue el repique de campanas que anunciaba el último adiós a su hijo y desde entonces, en su mundo, solo reinaron el silencio y una tristeza infinita.

Todos sus conocidos, un pueblo entero, comentaban con preocupación el estado de Sebastián. “No quiere salir, no va ni al campo”- decían unos. “No sale para nada, ni un rayito de sol”- comentaban otros. “Demasiada tristeza para este hombre, acabará con él” pensábamos todos.

Un año y poco más tarde, las campanas volvieron a sonar por y para Sebastián. Esta vez en su entierro; se había ido sin ruido, en silencio, devorado por la tristeza y consumido por “la pena”.

Como hombre querido y respetado dentro de una comunidad tan pequeña, su muerte fue muy comentada entre el vecindario y esta frase se elevó por encima de muchas otras: “Quién le pusoEl Pena, no imaginó por qué lo hacía”.

Y así, “por amor y de pena”, Sebastián se marchó, dejando atrás a una familia que tendría que aprender a vivir con las ausencias del hijo y del padre".

Hay adversidades difíciles de superar y no siempre se consigue reaccionar a tiempo, porque las lágrimas no dejan ver la luz al final del túnel o se perdió la última brizna de motivación para seguir adelante.

Recordando a Sebastián "El Pena" en su adversidad, reflexiono sobre esos otros "grandes problemas" que, a veces, decimos tener; esas menudencias que terminan por quitarnos el sueño; esos momentos pasajeros que nos empeñamos en pintar como eternos o esas circunstancias muy "circunstanciales" que no son definitivas y pienso que, en todos los casos, seríamos capaces de seguir silbando.

Hagámoslo entonces, silbemos, porque para el silencio siempre habrá tiempo y no hay ninguna prisa por llegar antes.
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19 de noviembre de 2009

Noviembre: mes de la Informática, te guste o no


A pesar del título de la entrada, esto no es un anuncio publicitario de una gran superficie; así ha sido este mes, dedicado a la informática “sin remedio”. Si lo recuerdan, empecé noviembre con un modem roto y la película que tuve que liar hasta conseguir su sustitución. Cuando logré solucionar el problema, pensaba que mi cuota de “aprender cosas”, relacionadas con esta materia, se había satisfecho por el momento. Pero, uno propone y Windows dispone.
El domingo en la noche estaba buscando un tutorial de fotos para hacer flores (cosas mías, manualidades, etc.) y, de pronto, la página no llegó a cargarse. No le puse mucho interés, porque estaba intentando copiar una técnica japonesa, pero, pasados unos minutos, me extrañó que la página no respondiera. “Vaya, estaba bloqueado”- pensé. Como por rutina toqué al mismo tiempo ctrl – alt – sup y no pasó nada. Efectivamente estaba “tostado”. No tenía más opción que reiniciarlo y así lo hice. Entró bien y dada la hora que era, decidí apagar e irme a la cama.
En la mañana, antes de salir hacia el trabajo, tengo por costumbre revisar el correo, así que mientras termino de prepararme, conecto el pc para que todo se vaya cargando. En cambio, esa mañana cuando pasé por la puerta de la habitación algo llamó mi atención -“Parece un mensaje”- dije desde lejos; me acerqué, leí y :

“No se ha iniciado windows porque el siguiente archivo falta o esta dañado: Windows\System32\Config\System”

“¿Cómooooooo?, ¡imposible!, al ordenador no le puede faltar eso, si antes lo tenía, porque yo no se lo he quitado. Y si está dañado ¿cómo se reparará?”- pensé.

JA…JA…..JA…..REQUETE-JA. Pero ¡qué bonita es la ignorancia!, sobre todo, al empezar el día.

Lo primero, tras apagar el pc y salir hacia el trabajo, fue buscar información. Para ello llevaba escrito el código del mensaje en un trocito de papel, para no olvidarme.
Vaya, vaya, la cosa no parece tan fácil”- pensaba mientras iba leyendo páginas especializadas o foros donde otros usuarios contaban que se habían encontrado con el mismo problema.
Se perfilaban dos opciones como las mejores: intentar recuperar a través del cd original de Windows y su consola de recuperación o bien, reinstalar el sistema operativo, a ser posible tras formatear el disco duro, con la pérdida de información que esto supone.
Me tomé mi tiempo para preguntarle a otras personas, más habituadas y preparadas sobre este tema, para saber su opinión y preferencia sobre las dos opciones que se daban. En todos los casos, más por sentido conservador que por convencimiento, me recomendaron intentarlo primero con el cd. Yo también pensaba que era lo mejor, para empezar.
Aquella misma tarde, con la inestimable ayuda de Luis desde el otro lado del hilo telefónico, comencé a intentar reparar el archivo dañado. No hubo forma, ni por activa, ni por pasiva; ninguno de los trucos o comandos que se mostraban en las ayudas parecían funcionar. Parece ser que cuando me vendieron este pc, el Windows que traía instalado no era el mismo que me vendieron, de hecho, el mío estaba impecablemente empaquetado, sin abrir, sin usar. Después de hacer varios intentos, dejé que la idea de “reinstalar” fuera entrando en mi cabeza. “Oh, oh…si yo nunca he reinstalado un Xp y mucho menos he formateado un disco ¡ay que follón!”-pensaba, pero al mismo tiempo me daba ánimos diciendo “Si otros lo hacen ¿por qué no vas a poder hacerlo? Tan difícil no será! ”. Ya no había tiempo, era tarde, mejor dejarlo para mañana, ahora ¡a dormir!.
Durante el día siguiente iba repasando los pasos que tenía que dar y el orden previsto. Lo primero, instalar Windows para poder acceder a la información del equipo. De esta manera, también podría acceder al disco duro externo, “limpiar” los archivos que no quisiera y tener más espacio. Después, tras recuperar la información del pc y copiarla en el disco duro externo, tendría que formatear el disco y, posteriormente, instalar Windows.
Y así lo hice aquella tarde, otra vez, con la ayuda telefónica de Luis (menuda paciencia la suya). La recuperación y limpieza de los archivos del disco duro externo se me hizo eterno, porque había sido un disco duro de un antiguo pc, al que reconvertí en externo (por aquello de ir reciclando). A las 12 y media de la noche, cuando ya tenía a salvo todo lo que quería guardar, Luis me preguntó “¿Te vas a acostar ya?” y le contesté “Aún no” . “Si quieres formatear ahora, te indico cómo”- dijo. “¿Ahora?”-pensé- “Si, sí, vale, ahora”.

¿Ahora, ahora, ahora? Tardó casi un minuto por tanto por ciento, de manera que me regalé 100 minutos de auténtica espera. Los aproveché para hacer dos broches que me habían encargado: uno de Winnie The Pooth y otro de Jack, de “Pesadillas antes de Navidad” (Esto es otra historia, algún día la contaré) .

02:17 a.m. : Terminó el formateo. Ahora hay que reinstalar Windows.

03:00 a.m. : Arrancó, encendió bien, entró y todo está donde debe estar, lo poco que hay ahora, claro. Me voy a la cama, estoy muerta.


Al día siguiente, por la tarde, al llegar de trabajar, me puse a instalar los drivers de la placa, del scanner, de la webcam, el antivirus, etc. Todo parecía ir bien, hasta que dejó de parecerlo. Cuando reiniciaba, no me pasaba de la pantalla donde muestra el logo de la placa madre. Todo lo que veía era ASUS y nada que hiciera me permitía pasar de esa pantalla. Tuve un ataque súbito de desánimo "¿Qué será esta vez?".
Luis, de nuevo, al teléfono. "Mete el cd del sistema operativo en el cd-rom y reinicia, intenta entrar desde el cd". Entró. "Ahora desinstala lo último que hayas metido, reinicia cada vez y luego vuelve a instalar todo". Pero nada, seguía dando problemas. Al final, Luis creyó que si iba "enchufando" de uno a uno todos los periféricos, averiguaríamos cuál de ellos estaba dando el problema. Conectando en puertos USB distintos, de uno en uno y reiniciando cada vez, el problema dejó de aparecer.
Ya en la noche, instalé el nuevo Internet Explorer y el messenger y para mi descanso, todo funcionó correctamente.

Aún quedan 11 días para acabar este mes; espero no tener que aprender nada más de "informática", al menos, hasta el mes que viene.

Puede que Noviembre haya sido el mes de la Informática, con "remedio o sin remedio", pero ya estoy saturada y necesito un scandisk y luego un standby, porque he reiniciado demasiadas veces mi "equipo".

Vuelvo a estar "operativa", pero me lo tomaré con tranquilidad, no vaya a ser que la que empiece a dar "errores" sea yo.
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12 de noviembre de 2009

Manos abiertas


Ayer, operaron a mi madre de un “supuesto” quiste que tenía en la parte superior de la mano, desde hace un montón de tiempo.

En principio, nada complicado, cirugía menor, anestesia local y de vuelta a casa, pero como la Seguridad Social está saturada, derivaron su caso a una clínica privada. Lo cierto es que “vivió” una de esas escenas de Tv Movie americana, de las que ponen los domingos en la sobremesa. La citaron, se presentó y le iban a adjudicar una habitación, la 312. Me imagino la cara de sorpresa que tendría “Pero, ingresarme ¿por qué? Si sólo vengo a que me quiten esto”. Así debe hacerse y así se hará. Ya en la habitación, donde tanto ella como mi padre estaban asombrados, le indican que tiene que quitarse toda la ropa y ponerse una bata de esas de “hospital”, muy tapadita por delante, pero con abertura trasera. Los pobres no daban con el truco, no entendían el sistema de cierre; mi madre se la había puesto al revés, de la manera que ella entendía como lógica, “lo de abrochar para adelante”. No bien habían dado con la tecla de la “extraña bata” cuando vinieron a buscarla; la sentaron en una silla de ruedas y dijo: “Pero mi niño, que sólo vengo a por lo de la mano, puedo ir caminando” y el celador le contesta “Son las normas, no se preocupe”. Mientras ella iba a quirófano, mi padre se quedó esperándola en la habitación.

Tras una hora, más o menos, regresó con su mano vendada, con un corte considerable y con las indicaciones que le había dado el cirujano. De vuelta a su ropa, con las aberturas “normales”, marcharon hacia su centro de salud para que su médico le pudiera recetar los medicamentos que el cirujano había dispuesto.

Me reuní con ellos de camino a la farmacia y me fueron comentando todos los pormenores de su “aventura” médica. “¡Qué bien está esa clínica!” “¡Me llevaron en una silla de ruedas, ¿te lo puedes creer?” “Me operaron en un quirófano, no como la otra vez que fue, directamente, en la consulta del cirujano”.

Luego, ya en casa, les expliqué que toda la “parafernalia” de una clínica privada se cobra y aunque para su intervención ni hacía falta que la ingresaran con habitación incluida, ni un quirófano, ni la silla de ruedas, todos estos conceptos iban a engrosar la facturita que tendría que pagar la Seguridad Social por este servicio.
Después, tras revisar los papeles que le habían dado, le expliqué muy bien cómo y cuando tenía que tomarse los medicamentos y aunque protestó por tener que tomar un analgésico, al final, la convencí.

Esta tarde he ido a hacerle la primera cura. Ya había que retirar el vendaje, lavar la herida y ponerle el antiséptico. Cuando le retiré el apósito, miró la herida, pero, sobre todo, movió sus dedos. Siempre ha sido fuerte como una mula, más de lo que debería, pero la edad no perdona y descubrí que tenía una intranquilidad. Como tuvieron que tocarle mucho y muy cerca de los tendones, estaba preocupada por si había perdido movilidad en los dedos. Los ha movido todos juntos, de uno en uno, se los ha tocado una y otra vez y, hasta que no ha quedado convencida que todo iba bien, no se levantó para lavarse la herida.
Mientras ella hacía todos esos movimientos, yo observaba sus manos. Siempre pensó que ese bulto se debía a tantas y tantas horas con la fregona en sus manos, creía que era consecuencia directa de la que fue su ocupación laboral y puede que estuviera en lo cierto, o no, porque hay que esperar a saber el resultado del análisis que le harán a lo que le han quitado.

Esas mismas manos que ahora necesitan ser cuidadas, nos han regalado todo lo bueno que han tenido y que han podido dar y lo seguirán haciendo hasta que les sea posible.

Mirándola, mientras movía sus dedos, he pensado que si tuviera que simbolizar a mi madre, con una imagen, sería la de unas manos abiertas, siempre dispuestas a dar, enseñar, trabajar o colaborar, unas manos fuertes y cálidas.

No me extraña nada que estuviera preocupada; sus manos son, para ella, la herramienta indispensable para transformar su realidad y hacer posibles sus sueños, pero sobre todo, han sido el elemento principal para poder luchar en la vida por nosotros, su familia.
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4 de noviembre de 2009

¡Help!, crónica de una avería


Dia 1, por la mañana:
Mamá, no hay internet”- me susurra mi hijo mientras intenta, en vano, que abra los ojos; lo sé, es tarde, pero sigo remoloneando en la cama, riéndome del despertador y diciéndole “Hoy gano yo”.
“¿Qué me está diciendo de internet, ni santo internet?, ¿qué no funciona?"- pienso, mientras voy tomando conciencia de mi entorno. “Igual es un problema de red” le digo.
“Que no, ¿no lo ves? Todas las luces están encendidas, fijas, menos la primera. Eso no le había ocurrido nunca” –comenta mi hijo.
“Oh, oh, creo que no tengo más remedio que salir de mi remanso de sábanas y almohadas y enfrentarme, sin protección “cafeínica”, al mundo del byte”- murmuro mientras saco un pie fuera de la cama. “A ver, déjame, seguro que es una tontería”.


“Cable de red desconectado”


“Muchacho, agáchate ahí detrás y comprueba que el cable está bien puesto, seguro que sin querer le dimos con el pie y se ha soltado un poco”- le digo.


Tras esta comprobación vinieron otras: reiniciar el pc, desenchufar y enchufar nuevamente, de uno en uno, todos a la vez, volver a reiniciar, resetear el modem , darle unos toquecitos, levantarlo, darle la vuelta, soplar por los agujeritos…..y al final, desesperación: “Niño, creo que esto está roto, habrá que llamar al servicio de atención al cliente”.

Día 1, después de almorzar:
“A ver, vamos a buscar el número de atención al cliente en una factura…¡me cachis! siempre me olvido que es un 902, no saben nada éstos, ¿por qué no me darán el servicio gratis como las llamadas a fijos?”- me pregunto al tiempo que voy marcando los números en el terminal.

Una voz metalizada responde a mi llamada:
“Ha llamado Ud. a Suphone, para contratar el canal de fútbol, pulse 1, para comprar la película de estreno, pulse 2, para cualquier otra cosa, ESPERE”.

Espero…

“Para garantizar el mejor de los servicios Suphone le recuerda que esta llamada será grabada”- me anuncia otra voz de metal. “Diga el motivo de su llamada” –continúa.

“No tengo internet”- digo sintiéndome totalmente estúpida, mientras pronuncio adecuadamente y elevando el tono de voz, como si el ordenador tuviera sordera congénita.

“Su llamada será atendida de manera personalizada”- agrega.

“¡Hombre, por fin nos vamos entendiendo! ¡Quiero un humano al otro lado, por favor!" y sin acabar de pensarlo:

“Suphone, le atiende Winston Edgar, ¿en qué puedo servirle?” – resuena un acento distinto detrás del auricular.

“Ah, hola, buenas tardes, verá, soy cliente de Suphone y desde esta mañana el modem para la conexión por cable no funciona o eso creo” – le explico.

Unos segundos de silencio, no se muy bien si debido a ciertas comprobaciones que deben realizar o si es por la diferencia “excesiva” de acentos y cadencias en el lenguaje que hacen que la comunicación sea, cuando menos, dificultosa.

“Para poder acceder a su ficha necesito que me confirme algunos datos, ¿está de acuerdo?"- pregunta.
“Si claro, pregunte”- contesto.
"¿Me puede indicar el número de su DNI?" - pregunta.
“Si, es el 43.___.___. contesto
"¿Es Ud. el titular de la cuenta?" - pregunta nuevamente.
“Claro, soy el titular”- contesto.
“Bien, Doña María, no cuelgue que voy a acceder a su cuenta. Un momento, por favor”.- agrega.


Unos instantes después.


“¿Doña María?”- pregunta.
“Sí, dígame”- contesto.
“Necesitamos hacer algunas comprobaciones ¿está Ud. delante del ordenador, Doña María?”-pregunta.
“Sí, sí, dígame”- contesto.
“¿Ha probado Ud. a reiniciar el equipo?-pregunta.
“Sí, lo he hecho varias veces”- contesto mientras me pregunto “¿es una broma?”.
“¿Puede comprobar que todas los cables están correctamente conectados?”-pregunta.
“Todo está perfecto, se lo aseguro”- contesto
“¿Puede indicarme qué luces tiene encendidas su modem y si parpadean?”- pregunta.
“Las tiene todas, excepto una y están fijas, no parpadean”- contesto, mirando de refilón al modem.
“Un momentito, Doña María, el sistema va a comprobar su línea de cabecera”- comenta.


Espero, otra vez.


“Doña María, efectivamente, su modem no funciona y como hace más de dos años que lo tiene, no le corresponde servicio de sustitución. Aún así, por ser cliente de Suphone, le ofrecemos obtener un router-wifi superchachidelparaguay de autoinstalación por el módico precio de 50 euros; por supuesto, incluiría servicio técnico, reparación o sustitución en caso de avería, bla, bla, bla, el tiempo máximo de entrega será de 10 días.”-
dice sin parar ni a respirar, ni una coma, ni un punto, nada.


“ ¿¿¿¿ 10 días ????” – pregunto casi con exclamación, porque como se le ocurra mirar que vivo en Tenerife a lo mejor la espera se alarga, por aquello de la distancia. “Y dígame ¿cómo puedo estar segura que la avería es del modem y no del cableado o del propio pc? ¿no hay posibilidad de que envíen un técnico?” .
“Espere un momento que consulto” – comenta.


Vuelta a esperar.


“Bien, Doña María, en el caso de que pida un router-wifi superchachidelparaguay y esté interesada en la visita de uno de nuestros técnicos, el coste del servicio sería de 90 euros: 50 por el router-wifi y 40 por la visita técnica”
“A ver, un momento, yo no tengo ninguna necesidad de wifi, no tengo equipos para eso, ¿no podría ofrecerme un modem normal?” – pregunto.
“Un momentito que consulto”- vuelve a decir.


Paciencia, María, paciencia.


“Doña María, el coste de un modem sería de 90 euros que más el coste de la visita del técnico se remontaría en 130 euros”- me cuenta.
“¿Me está Ud. diciendo que un modem normal cuesta 40 euros más que uno wifi?”- pregunto alucinada.
“Así es, Doña María”.
“Mire, caballero, ¿y sería posible que yo pudiera adquirir un modem en otro establecimiento y conectarlo?”- pregunta de ignorante del tema.
“Si, claro, Doña María. En ese caso, Ud. debería comprar un modem sólo de las siguientes marcas: SinThom, Motaloro o Cientificlan. Una vez lo haya adquirido tendría que llamar para proporcionarnos el Mac y así poderle dar de alta en nuestro sistema. En un plazo de 48 horas tendría “el alta” de su modem para poder navegar”- me explica.
“Oiga, pues siendo así voy a intentarlo por esta vía, porque necesito con urgencia la conexión y esperar 10 días se sale de todos mis márgenes. Ha sido Ud. muy amable, caballero.”- le digo.
“Muchas gracias, Doña María, ¿puedo ayudarle en algo más?”- insiste.
“No, gracias, eso era todo”- sentencio.

Cuelgo el teléfono con una sensación de “derrota” increíble. 10 días, decía, ¡¡¡¡¡¡10 DÍAS !!!!!!.

Día 1, tarde:
Llamo a mi hermana por teléfono: “Oye, ¿a ti no te cobraron nada, hace menos de dos meses, cuando el modem tuyo se murió, verdad?" – le pregunto.
“Fue tu cuñado quien se ocupó del asunto, pero no, nos cobraron nada. Vino el técnico y con solo ver que el modem era de los más viejos, lo cambió y listo”- me contesta.
“A mi me piden tanto por uno y me puede tardar hasta 10 días ¿te lo puedes creer?. Mira, voy a ver si la oficina de Suphone está abierta esta tarde y miro a ver si puedo gestionarlo de otra manera para que no tarde tanto. Nos vemos, hermanita.” – le cuento.

Hay suerte, la oficina está abierta. Una chica muy amable nos atiende. Le cuento el caso y, sobre todo, que me parece excesivo el tiempo de espera.

“¿Y si yo viniera a darme de alta, como nuevo cliente, cuantos días tardarían en la instalación?”- le pregunto.
“Dos días, 48 horas máximo, ése es el tiempo para un alta”- comenta.
“¿Verdad que no tiene mucho sentido? Yo que soy cliente “vieja”, de varios años, tengo que esperar un montón de días, en cambio para un alta nueva corren que se las pelan”- le comento.
“¿No hay ninguna forma de agilizar el tema, de poder adquirir ese modem en menos tiempo?”.
“Señora, lamentablemente no puedo ayudarla. La comunicación de averías se hace a través del número de atención al cliente y yo no tengo, ni potestad, ni trato alguno con el servicio técnico. Si estuviera interesada en adquirir un modem por su cuenta, aquí, en los alrededores, hay varias tiendas relacionadas, puede Ud. probar, pero dudo que encuentre alguno”-
me dice.
Tras escuchar todas las respuestas y aclaraciones de esta estupenda comercial, me dirigí a algunos establecimientos informáticos. La respuesta fue igual en todos los casos. “Ah, no, ese tipo de conexión es especial y no creo que pueda encontrar un modem de esas características a no ser que lo pida expresamente a su compañía”.


No me lo podía creer. Toda la tarde dando vueltas y me volvía a casa con las manos vacías y lo que es peor, pensando que no habría más solución que esperar.

Día 2:
Me lo estoy pensando, aún no sé qué hacer. Debería esperar a que regresara mi hermana y probar mi modem en su casa para estar segura de su avería. Si llamo a Suphone para pedir un router-wife superguaydelparaguay, quiero estar segura, al menos, que éste es el problema y no otro.

Día 3:
Llegué al trabajo, comenté lo del modem y un compañero dice “Oye, pregúntale a Fulanito que creo que su hermano trabaja en Suphone”. Los ojos se me abrieron de par en par. En cuanto le vi pasar, ataqué.
“Fulanito, me ha dicho Perenganito que tienes un hermano que trabaja en Suphone, ¿es verdad?"- le pregunto.
“Si, si, así es, María. ¿Pasó algo?”- me contesta.
“Bueno, mira, me pasó esto con el modem y bla, bla, bla, pero claro a mi me gustaría que antes de gastarme las “perras” alguien me dijera “sí, tienen razón, todas las luces encendidas y fijas en su modem, significa que está cascado” – le cuento.
“Ah, mira, ahora mismo llamamos a mi hermano y se lo preguntamos”- dice para mi alegría.
“Oye, hermano, tengo aquí a una compañera que tiene un problemita…..bla, bla, bla y le gustaría saber si eso indica que está roto o no. Si, vale. Que llame, cable. Si, si. Vale, se lo digo. Oye gracias, hasta luego”.- le escucho decir.
“María, mira, mi hermano dice que desconectes el modem de la corriente, llames otra vez y digas que no tienes internet, pero que no sabes lo que pasa, que solo parpadea la primera luz del modem y así te mandarán a un técnico como máximo en 48 horas desde tu llamada”- dice.
“Pero si ya había llamado antes. Lo sabrán, ¿no?” – pregunto, desconfiada.
“No, no pasa nada, tú llama y a ver qué pasa”- me comenta.

Un par de horas antes de salir del trabajo, llamé nuevamente. Conté lo que me habían dicho que contara y tras un poco de “es urgente, lo necesito para trabajar, no sé lo que pasa”, la operadora decidió formular un parte de incidencias para enviar un técnico.
Me encontraba ya fuera del trabajo cuando sonó mi teléfono.
“¿Doña María?, soy el técnico de Suphone, ¿sobre qué hora le vendría bien que me pasara por su domicilio para revisar su conexión?”- pregunta una voz de la tierra desde el otro lado del auricular.
“Pues cuando quiera, ya estoy llegando a casa, así que cuando le venga bien a Ud”. – le contestaba, mientras no me creía lo que estaba pasando.
Cuando por fin llegó el técnico a casa, pasó hacia el estudio y me preguntó: “¿Qué problemilla tiene?”.
“Que no funciona, no sé qué pasa, pero no funciona”- le dije, guardándome mucho de meter la pata.
“Es el modem, está cascado” – dijo sin despeinarse siquiera. Abrió una cajita que traía consigo, cambió un modem por otro nuevo, lo activó y “Eso es todo, ya tiene Ud. internet”.
Yo miraba a un lado y otro, esperando la “factura” por algún sitio, un “recibí”, un “algo”, pero no; aquel hombre se marchaba, sin llevarse siquiera el modem roto.
“Muchas gracias, no pensaba yo que esto se solucionaría tan rápido, gracias de verdad”- le dije, mientras lo acompañaba hasta la puerta.
“De nada y si tiene cualquier problema, no dude en llamar, que para eso estamos”- dijo mientras se alejaba escaleras abajo.
No me lo podía creer. Ni router-wifi superguaydelparaguay, ni 10 días de espera, ni autoinstalación, nada de nada.
Estoy contenta de volver a tener red, de estar conectada, de tener un modem nuevo, pero no dejo de sentirme “estafada” como cliente. Llevo casi una década siéndolo de Suphone, sólo una vez tuve que llamar por un problema de IP, pago religiosamente mis facturas, no me beneficio de las ofertas que lanzan para nuevos clientes (es algo curioso lo que ocurre con este asunto: si eres nuevo, tienes ventajas; si eres antiguo te aguantas con las condiciones que contrataste) y ¿para una vez que tengo un problema, me la intentan clavar y por la espalda?.

No lo comprendo. Creo que el tema de la telefonía y sus compañías ha llegado a un punto “enfermizo” en su carrera por vender, por hacer clientes dando la lata las veces que hagan falta aunque molesten, por intentar colártela como sea, por crear necesidades donde sólo hay aire, por todo.

Mi recomendación: si tienes algún problema con la conexión a internet, llama, da el parte, sin muchas explicaciones, diciendo sólo: “No sé lo que pasa, pero no tengo internet” . Si pones en peligro su “negocio”, atenderán al cliente. Si le das pistas por donde actuar, te la intentarán colar.

FIN DE LA CRÓNICA

NOTA: Lógicamente, “Suphone” es un nombre ficticio, pero podría tratarse de cualquier compañía.
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2 de noviembre de 2009

Thomson TCM420, descanse en paz


El router-modem del pc de casa "ha muerto" o eso parece.

Por éso estaré unos días de "baja actividad", sin poder contestar a mis comentaristas, ni poder serlo de otros blogs.

Hasta que el servicio técnico de mi proveedor de internet se persone en mi casa y traiga la "solución" bajo el brazo, pueden pasar varios días... o no, ésto nunca se sabe. Te dicen 48 horas y el tiempo es una variable "bastante relativa" depende de quién lo mida.

Pues eso, a todos pedirles disculpas si mis respuestas no llegan, si mis correos flojean o si mis comentarios no aparecen tan rápido como suelen hacerlo. No depende de mi, esta vez...no.

Un saludo a todos
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