17 de febrero de 2009

El leer no ocupa lugar


Las primeras palabras que leí estaban impresas en una cartilla “Amiguitos” similar a la de la foto: “gato”, “kimono”, “kilo”, “cepillo”, “moto”, “tomate”, “mi mamá me mima”, etc. Más tarde, mi primer libro “de leer”, llegó al año siguiente: “Heidi”. No tenía, apenas, ilustraciones, pero estaba lleno de letras y muchas páginas.Ya conocía la historia por los dibus de la tele, pero poder leerlo al tiempo que imaginaba escenarios, personajes, paisajes, situaciones, sentimientos fue como abrir la caja de una Pandora excepcional.

Mi Pandora es aquella que se mete en la cama, abre un libro, comienza a leer y “se le va la vida”, porque se reencarna en los distintos personajes que las páginas le van sugiriendo. Reconozco tener una capacidad de abstracción total, me sumerjo entre líneas, vadeo palabras y escalo sílabas sin que nada, ni nadie me moleste. Tal vez, por eso, prefiero leer de noche, en la cama, cuando no hay ruidos, todos duermen y nos quedamos solos, frente a frente, él y yo, sus páginas y mis ojos, su argumento y mi imaginación. Hay veces que me pierdo tanto y durante tanto tiempo que, cuando vuelvo en mí, miro el despertador, suspiro y pienso Las cuatro de la madrugada…. estaré muerta en el trabajo…si logro despertarme”, y aunque prometo “nunca más” es un desliz que cometo muy a menudo; soy débil, lo reconozco, y sucumbo con facilidad ante la tentación de “seguir leyendo” o “leer más”.

Antes de nacer mi hijo procuré que, en su habitación, los libros fueran parte fundamental de su entorno hasta que le llegara el momento de incorporarlos a su vida, como lector.
Siempre vio libros en mi mesita de noche y en otras partes de la casa y cuando le preguntaban “¿Qué le podríamos regalar a mamá?”, contestaba Un libro, un libro” muy seguro de acertar con el mejor de los regalos.
Mientras le llegaba su hora, algunas tardes le contaba:
-“Cuando sepas leer se te abrirá un mundo enorme”- le decía – “Mamá ha viajado por todo el mundo, se ha batido en duelo de espadas, ha caído rendida de amor, ha vivido aventuras increíbles y todo eso, sin salir de la cama, bajo el abrigo del edredón, porque los libros no tienen letras, sino historias”.
Y no le engañé ni un poquito siquiera. En verdad he hecho todas esas cosas, porque las he sentido, las he vivido, mientras mis pupilas se deslizaban por los renglones, naciendo con la primera línea hasta morir con la contraportada.
Un día, cuando aún tonteaba entre las sílabas “redonditas e infantiles” de su libro de preescolar, se sentó en mi cama, al lado de la mesita de noche. De pronto, balbució:
-Pa….u…..Pau….la….Paula” y continuó “I…is…I..sa…be…Isabel…. A….lle…allen….de…Allende- reorganizó lo leído y dijo- Paula, Isabel Allende”-.
Ambos nos sorprendimos mucho; yo, por escucharlo leer el título de uno de mis libros y él, por aventurarse a leer una grafía que desconocía. Parecía mágico, de pronto, algo se había abierto en su mente y podía leer otro tipo de letras, distintas a la de su cartilla. Riéndonos, nos apresuramos en buscar una revista para practicar con titulares de distintas fuentes, colores y formas. Resultó un éxito y el mundo se le abrió.

Pero mi Pandora, la que le roba minutos al sueño para seguir soñando mientras pasea entre páginas, es muy peculiar. Es capaz de sentir el olor del campo, la tierra entre las manos, el sol sobre su cabeza, las lágrimas en el rostro, la risa alegre, el dolor del alma como algo propio, pero en cuanto la última página llega y FIN se convierte en la palabra de cierre, todo empieza a desdibujarse muy lentamente; Poco después, es posible que no recuerde el nombre del autor; muchas veces olvido el argumento del libro e incluso, en algunas ocasiones, soy incapaz de aventurarme con el título correcto. Pero no me importa, leo por el gusto de leer, disfruto mientras lo hago, vivo apasionadamente la historia y cuando termina es como cuando un gran amor se apaga; fuego intenso, que lo ocupaba todo mientras duró y, ahora, apenas queda el resplandor de unas tibias ascuas entre chispas del pasado.

Tengo aún tantas páginas por descubrir que no voy a tener tiempo, por mucho que le robe al sueño. Eso sí, espacio no me faltará, porque “leer no ocupa lugar”, al menos, en mi memoria.

4 comentarios:

Casa de Los Cuentos dijo...

¡Bravo!

"porque los libros no tienen letras, sino historias"

Saludos.

María Hernández dijo...

Hola Jabier:

Me alegra saber que te ha gustado la frase. Todo lo que escribo en el post es verídico, frase incluída.
Gracias por visitarme y dejar tus comentarios.

Anónimo dijo...

Precioso articulo, Maria..., me puedo imaginar lo que sentiste ante esas primeras palabras de tu hijo...y yo dandote clases de educación, que el señor me perdone.. por mi ignorante osadia.
Maria, en ningun momento he levantado mi hacha de cuarcita contra ti..., realmente trataba de esconderme de tu rapapolvo, pero aprendiendo claro.
Tus comentarios me han encantado, me han hecho sonreir y me han tranquilizado, ahora ya me puedo acostar tranquilo, junto al papá y mañana a seguir haciendo sofás (hoy me he equivocado un monton de veces, pero como trabajo solo, solo yo me he enterado).
Por cierto, leer estimula la imaginación, eso ya lo sabes, pero resulta que activa circuitos neuronales, genera nuevos contactos, nuevas sinapsis...,que siempre son pocas y que nos permiten vivir mas dias con lucidez.
Maria, te voy a seguir leyendo, como no..., pero con calma porque empieza a faltarme tiempo aunque cada vez parece que me conduzco con mas calma y menos agobios.
Un beso y saludos..., ha sido un placer.
P.D. En tus islas sobrevivieron los ultimos cromañones..., un lujo antropologico, un honor en el linaje.

Anónimo dijo...

Hi,

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