Después de tantos años escuchando en los telediarios o leyendo en los periódicos algo así como “Según la encuesta realizada por Sigma 2 para ….” ¡ME HA TOCADO!. Y yo que estaba convencida que estas encuestas eran leyendas urbanas. Las tenía, casi, clasificadas como “semejantes a los audímetros”. ¿Alguien conoce a otro que, realmente, tenga un audímetro en casa? Yo no y mira que he preguntado. Son de este tipo de cosas que funcionan como los dogmas de fe, crees en ellos o no, porque lo que se dice “verlos con tus ojitos” no los vas a ver, a no ser que ocurra un milagro.
Pues bien, hace dos tardes, estaba en casa contestando una llamada de teléfono, cuando sonó el timbre. Me acerqué a la puerta, más como acto reflejo que consciente, y la abrí. Con el móvil en la oreja e intentando atender lo que me decían, veo a un hombre, alto, corpulento que jadeaba frente a mi. Le hice una señal de espera con la mano y terminé la conversación telefónica.
“¿Sí?”- le pregunté.
Y casi sin poder hablar, respirando con cierta dificultad, “el hombre que jadeaba en mi puerta” me dijo: “Buenas tardes, señora, soy Fulanito de Tal y Tal y estoy realizando una encuesta de Sigma 2 sobre los problemas de salud en esta zona”.
“Ah, muy bien, pues anote que la falta de ascensores en estos edificios agudiza esos problemas, como habrá notado”- no lo pude evitar, le faltaba tanto el resuello que más que tres pisos de escaleras parecía que había subido al Everest. Sonrió como pudo y tras hacerme las advertencias “legales” sobre la protección de mis datos y la información que le iba a proporcionar, etc., me preguntó:
“¿Vive aquí algún joven?”. Creo que al verme sonreír primero y contestar “Sí, uno de 16 años”, se dijo para sus adentros ¡¡¡¡BINGO!!!!, pero poco le duró la alegría cuando preguntó “¿Se encuentra en casa?” y obtuvo un no por respuesta.
“Hay que ver lo que me está costando encontrar a la gente joven en casa. Tengo que hacerle la encuesta a dos jóvenes entre 16 y 24 años y no hay manera”- me dijo como lamentándose del tremendo esfuerzo que había hecho escalando hacia los confines de mi edificio y su infructuosa búsqueda de la juventud.
“Hombre, es que …es difícil. Por la mañana, o están en clase o durmiendo y a estas horas, lo normal es que estén “rumbeando”, vamos, con el rumbo en otra parte, quiero decir”- intenté consolarlo.
Estuve a punto de preguntarle si nadie le había enseñado el teorema del “espejo joven”, aquel que dice algo así como “los minutos que un joven pasa delante del espejo (ya sea entre gomina, secadores o espinillas) son inversamente proporcionales al tiempo que pasa en las dependencias comunes de su hogar y directamente proporcional al tiempo que pasa en la calle, con sus amigos/as, churris o lo que sea”, pero ya se le notaba bastante afligido como para estarle pinchando con sarcasmos.
Miró un poco los formularios y casi de manera automática me dijo: “Sólo dos preguntas algo indiscretas, ¿puedo?”
“Adelante”- le indiqué.
“¿Es Ud. cabeza de familia?”.
“Pues si, ahí si que has acertado”.
“¿Edad?”, mientras casi marcaba una casilla.
“41”- contesté.
“¿41? Y yo que pensaba que ya me quedaba sin hacer la encuesta. Es que, además de los dos jóvenes, me faltaba una mujer entre 40 y 50 años, pero, sinceramente, no pensé que usted tuviera más de 38 y eso por que dijo antes que su hijo tiene 16; yo tengo 34 y estoy hecho una mierda (con perdón) . Entonces ¿no le importa que le haga unas preguntitas más, verdad?”
“No, claro, pregunta, pregunta”- le contesté y juro por Snoopy y los Mosqueperros que nada tuvo que ver con que me echara unos años menos, es que una es así de colaboradora. Aunque sí pensé “Caramba, el teorema del “espejo joven” no se lo sabe, pero el del “espejo mentiroso” lo domina perfectamente” (jejeje).
El cuestionario estaba dirigido hacia preguntas relacionadas con las drogodependencias, consumos habituales, edades, situación en el entorno, etc. En mi caso no tuvo mucho trabajo, los NO superaban con creces al resto de contestaciones posibles y la velocidad que mostraba en marcar casillas dejaba claro que llevaba unos cuantos días dedicándose a la “puerta fría”, a esa en la que te abren y, con la misma, te la cierran, zassss, mientras se oye, como en un suspiro que se aleja, “No me interesaaaaaa”.
Ya estábamos finalizando, cuando el encuestador recibió una llamada de su compañera de trabajo, que se encontraba en el portal vecino, según me dijo después. Dos minutos más tarde, volvió a sonar el móvil.
“Ya voy, ya voy”- dijo. “Le acaban de tirar una piedra a mi compañera en la calle”- me comentó.
“¿Una pedrada en mi barrio? ¿Desde cuando pa’ donde?”- pensé- “Ni que aquí tuviéramos una Intifada particular”.
Rápidamente, me hizo la última pregunta y, dándome las gracias, se dirigió hacia los escalones.
“Voy a ver qué le ha pasado”- dijo.
“Si, si, vete, vete”- le contesté. Pero cuando ya casi iba por el segundo piso, le grité desde arriba, partiéndome de risa: “Junto a la falta de ascensores, apunta las pedradas como problemas de salud en este barrio” y un “vale, vale”, entre carcajadas, se elevó por el hueco de las escaleras.
Y …¿quién sabe? A lo mejor cualquier día me encuentro en la prensa, o en la Tv, una noticia que diga: “Según los datos que se desprenden de la encuesta realizada a los vecinos de los barrios de esta capital, todo apunta a que la ausencia de ascensores en edificios de más de dos plantas parece que guarda alguna relación con la cantidad de pedradas que reciben los foráneos en sus proximidades. Asimismo, se constata que el número de problemas respiratorios son más frecuentes en los vecinos que habitan en las zonas más altas de estos edificios ,que los que viven en las plantas inferiores, dado que, aquellos, tan pronto como llegan a sus viviendas se encuentran más fatigados y con signos inequívocos de falta de aire”.
Porque digo yo ¿de verdad alguien se fía del resultado de las encuestas? ¿somos lo suficientemente sinceros o contestamos lo que creemos que deberíamos contestar? ¿sirven de algo? ¿tienen moraleja? .
Eso sí, al menos, ahora sé que las hacen de verdad, porque siempre pensé que se las inventaban. En fin, ahora soy “algo” más que hace dos días; formo parte de la estadística.
Y a ti ¿te han preguntado, en serio, alguna vez? ¿contestaste con seriedad?.
“¿Sí?”- le pregunté.
Y casi sin poder hablar, respirando con cierta dificultad, “el hombre que jadeaba en mi puerta” me dijo: “Buenas tardes, señora, soy Fulanito de Tal y Tal y estoy realizando una encuesta de Sigma 2 sobre los problemas de salud en esta zona”.
“Ah, muy bien, pues anote que la falta de ascensores en estos edificios agudiza esos problemas, como habrá notado”- no lo pude evitar, le faltaba tanto el resuello que más que tres pisos de escaleras parecía que había subido al Everest. Sonrió como pudo y tras hacerme las advertencias “legales” sobre la protección de mis datos y la información que le iba a proporcionar, etc., me preguntó:
“¿Vive aquí algún joven?”. Creo que al verme sonreír primero y contestar “Sí, uno de 16 años”, se dijo para sus adentros ¡¡¡¡BINGO!!!!, pero poco le duró la alegría cuando preguntó “¿Se encuentra en casa?” y obtuvo un no por respuesta.
“Hay que ver lo que me está costando encontrar a la gente joven en casa. Tengo que hacerle la encuesta a dos jóvenes entre 16 y 24 años y no hay manera”- me dijo como lamentándose del tremendo esfuerzo que había hecho escalando hacia los confines de mi edificio y su infructuosa búsqueda de la juventud.
“Hombre, es que …es difícil. Por la mañana, o están en clase o durmiendo y a estas horas, lo normal es que estén “rumbeando”, vamos, con el rumbo en otra parte, quiero decir”- intenté consolarlo.
Estuve a punto de preguntarle si nadie le había enseñado el teorema del “espejo joven”, aquel que dice algo así como “los minutos que un joven pasa delante del espejo (ya sea entre gomina, secadores o espinillas) son inversamente proporcionales al tiempo que pasa en las dependencias comunes de su hogar y directamente proporcional al tiempo que pasa en la calle, con sus amigos/as, churris o lo que sea”, pero ya se le notaba bastante afligido como para estarle pinchando con sarcasmos.
Miró un poco los formularios y casi de manera automática me dijo: “Sólo dos preguntas algo indiscretas, ¿puedo?”
“Adelante”- le indiqué.
“¿Es Ud. cabeza de familia?”.
“Pues si, ahí si que has acertado”.
“¿Edad?”, mientras casi marcaba una casilla.
“41”- contesté.
“¿41? Y yo que pensaba que ya me quedaba sin hacer la encuesta. Es que, además de los dos jóvenes, me faltaba una mujer entre 40 y 50 años, pero, sinceramente, no pensé que usted tuviera más de 38 y eso por que dijo antes que su hijo tiene 16; yo tengo 34 y estoy hecho una mierda (con perdón) . Entonces ¿no le importa que le haga unas preguntitas más, verdad?”
“No, claro, pregunta, pregunta”- le contesté y juro por Snoopy y los Mosqueperros que nada tuvo que ver con que me echara unos años menos, es que una es así de colaboradora. Aunque sí pensé “Caramba, el teorema del “espejo joven” no se lo sabe, pero el del “espejo mentiroso” lo domina perfectamente” (jejeje).
El cuestionario estaba dirigido hacia preguntas relacionadas con las drogodependencias, consumos habituales, edades, situación en el entorno, etc. En mi caso no tuvo mucho trabajo, los NO superaban con creces al resto de contestaciones posibles y la velocidad que mostraba en marcar casillas dejaba claro que llevaba unos cuantos días dedicándose a la “puerta fría”, a esa en la que te abren y, con la misma, te la cierran, zassss, mientras se oye, como en un suspiro que se aleja, “No me interesaaaaaa”.
Ya estábamos finalizando, cuando el encuestador recibió una llamada de su compañera de trabajo, que se encontraba en el portal vecino, según me dijo después. Dos minutos más tarde, volvió a sonar el móvil.
“Ya voy, ya voy”- dijo. “Le acaban de tirar una piedra a mi compañera en la calle”- me comentó.
“¿Una pedrada en mi barrio? ¿Desde cuando pa’ donde?”- pensé- “Ni que aquí tuviéramos una Intifada particular”.
Rápidamente, me hizo la última pregunta y, dándome las gracias, se dirigió hacia los escalones.
“Voy a ver qué le ha pasado”- dijo.
“Si, si, vete, vete”- le contesté. Pero cuando ya casi iba por el segundo piso, le grité desde arriba, partiéndome de risa: “Junto a la falta de ascensores, apunta las pedradas como problemas de salud en este barrio” y un “vale, vale”, entre carcajadas, se elevó por el hueco de las escaleras.
Y …¿quién sabe? A lo mejor cualquier día me encuentro en la prensa, o en la Tv, una noticia que diga: “Según los datos que se desprenden de la encuesta realizada a los vecinos de los barrios de esta capital, todo apunta a que la ausencia de ascensores en edificios de más de dos plantas parece que guarda alguna relación con la cantidad de pedradas que reciben los foráneos en sus proximidades. Asimismo, se constata que el número de problemas respiratorios son más frecuentes en los vecinos que habitan en las zonas más altas de estos edificios ,que los que viven en las plantas inferiores, dado que, aquellos, tan pronto como llegan a sus viviendas se encuentran más fatigados y con signos inequívocos de falta de aire”.
Porque digo yo ¿de verdad alguien se fía del resultado de las encuestas? ¿somos lo suficientemente sinceros o contestamos lo que creemos que deberíamos contestar? ¿sirven de algo? ¿tienen moraleja? .
Eso sí, al menos, ahora sé que las hacen de verdad, porque siempre pensé que se las inventaban. En fin, ahora soy “algo” más que hace dos días; formo parte de la estadística.
Y a ti ¿te han preguntado, en serio, alguna vez? ¿contestaste con seriedad?.
7 comentarios:
Hola maría, que importante.:)
Divertido tu releato sobre las encuestas, Son un peñazo. Yo las suelo contestar por pena. Pienso que los pobres trabajan a comisión y me da cargo de conciencia despedirles con las manos vacias. Suelo contestarlas, y muchas via telefónica. Y sin mentir. Que tiene mérito.
Besos y buen finde
Hola Katy:
Lo cierto es que si son un peñazo, como dices, pero pienso como tú: ya es difícil tocar en una puerta como para encima darles un NO rotundo por respuesta, total, solo son unas preguntitas.
Aún recuerdo cuando venían los vendedores por las casas, ofreciendo toda clase productos y la gran mayoría de las veces, vendían "a plazos". Luego, mes a mes, volvían para ir cobrando una módica mensualidad, que apuntaban en unas cartulinas con "cuadraditos"; una que guardaba el cliente y otra, el cobrador. Aquí, a estos "comerciales de a pie", se les conocía como "los perreros". Lo que nunca supe es si era porque se las tenían que ver con los perros que guardaban las casas o si era porque venían a cobrar "las perras", o sea, el dinero. Me decanto por esta última opción, porque en tiempos de las antiguas pesetas, había una fracción de ellas que eran conocidas como "perras gordas o perras chicas" según su valor.
Lo que si he notado con esta crisis es que ya no nos bombardean desde las entidades financieras con el ofrecimiento de créditos "para lo que usted quiera" o tarjetas "estupendísimas de la muerte, para pagar más allá del año que viene".
Una cosa positiva que nos ha aportado la crisis (al menos hay una), porque éstos si que eran pesados, casi tanto como los de telefonía móvil.
Buen fin de semana, Katy.
Un beso.
Hola María, discúlpame si soy indiscreto al sugerirte algo, sabes que sería muy bueno si pudieras incrustar el formulario de comentarios en las entradas, de esta forma, comentar se vuelve mas fácil. Para esto visita el siguiente link:
http://softnex.blogspot.com/2010/03/poner-el-formulario-de-comentarios-en.html
También te sugeriría que ocultaras la barra blogger, si lo quieres hacer visita este otro link:
http://softnex.blogspot.com/2010/03/quitar-la-barra-de-blogger.html
Claro que esto solo son unas sugerencias.
Saludos
Hola Brayan (Virus Infernal):
Tomo nota de tus sugerencias, aunque, por el momento, apenas tengo tiempo para mantener el blog, mínimamente, activo.
Gracias por tus recomendaciones y por hacerte "seguidor" de mi blog, con esta nueva identidad.
Un saludo
Hola Maria..., claro que somos datos, somos informaciones con brazos y manos pero basicamente información. De alguna forma los que tejen nuestros destinos saben que cuanta mas informacion sobre el terreno les demos, mas nos podrán apretar los nudos.
Un beso Maria
Pedro, tienes toda la razón y encima, a veces, apenas somos un número pero con muchos datos "numéricos".
Cuando mi abuelo materno tenía unos 24 años, estalló la Guerra Civil española. Pasaron los meses y aún estando en edad de movilizarlo, no lo llamaban a filas. Todos los de su quinta, sí, pero a él no lo llamaban. Eso no pasó desapercibido por demasiado tiempo y hallaron el motivo:
Su madre, o sea, mi bisabuela, había muerto algunos años antes, pero en el registro civil, en lugar de anotar su muerte, hicieron el apunte en el registro de mi abuelo. Por eso no había sido llamado a filas.
¿Te imaginas hoy?...vas a cualquier administración, ponen tu DNI y zas...sale hasta el nombre de las primeras papillas que te dió tu madre. "Ud. comió, por primera vez, pan con tomate, el día tal del año cual y aún no le habían salido todos los dientes", jeje.
Somos datos, queramos o no, pero de nosotros depende "tener alma y corazón".
Un beso, amigo, cuídate mucho y disfruta de la primavera que se nos acerca.
Hola María soy yo otra vez, en esta ocacion he venido para saber si tienes algún baner de tu blog para ponerlo en el mio y enviarte trafico. La verdad es que aprecio tu blog ya que fue el primero que me ayudo cuando yo no sabia nada de blogs.
Tambien quiero contarte que me decidí en hacer mi web personal, pero no va a ser un blog por el momento, la estoy diseñando con la tecnologia flash para que sea muy llamativo. Pronto te paso el link para que lo veas. Por el momento quiero una baner de tu blog para traer mas gente a tu blog.
Saludos desde Honduras.
Bye
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