Lo puedes ver sentado en el banco de madera, fumando con su cachimba, o paseando alrededor de la valla del jardín.
Setenta y cinco primaveras lo han convertido en ese rostro agradable, de lentitud armoniosa, sonrisa limpia y especial carácter. Dice de él, quien mejor y más lo conoce que, “ahora ya no es como era” en su juventud, cuando la sangre le hervía en las venas y, las injusticias, en el alma. En más de una ocasión, salió al encuentro de quien se atreviera, ante sus ojos, a atosigar a otra persona. A pesar de ello, siempre fue persona noble, lejos de disputas o vicios de salón; su ocupación: el trabajo; su refugio: la familia.
Cada nuevo día es otra oportunidad para esculpirse a imagen y semejanza de su adorado: el caminar pausado, la mirada serena, la calidez de sus gestos, la ternura en sus palabras. Aún no es consciente del todo, pero se está convirtiendo en el reflejo de aquella persona a la que tanto amó, respetó y jamás olvida: su padre. A veces, cuando alguno de esos preciados recuerdos viene a refrescarle el pasado, los ojos se le inundan "de amor líquido" mientras intenta, torpemente, contener la emoción.
En cambio, posee una cualidad espectacular: es capaz de relatar hechos de su pasado y su entorno, hallándoles el punto de humor necesario para generar una comedia a partir de una tragedia. Su boca nunca se abre para regalar una historia triste, ni de mal final; “esas cosas mejor no se cuentan”. En cambio, cada día, rescata de su “disco duro”, como le gusta decir, varias coplas o poesías, siempre que una palabra resuene y se transforme en el detonante de la búsqueda.
Ayer fue el cumpleaños de la que ha sido su compañera durante medio siglo y mientras se acercaba con un ramo de rosas, le decía:
“Rosas blancas, rosas blancas
rosas blancas son de amores
que vivan las rosas blancas
que mueran las de colores”
Así pasa el día entero, arrancándole piedrecillas al muro de su memoria, construido durante su juventud y que hoy, tantos años después, descubre como un universo repleto. El oído le falla, pero la azotea le funciona perfectamente.
Pero si hay algo que destaca, por encima de cualquier otra cosa en su personalidad, es su capacidad para “ser feliz, básicamente”. Observándolo, se puede adivinar cómo lo ha conseguido. Como muchos españoles de su edad, su niñez no estuvo exenta de penurias y penalidades, pero contó con unos padres y hermanos que supieron como andar por esos caminos y no perecer. Eligió una buena mujer donde poner sus ojos, fuerte, trabajadora, de bandera, en la que depositó todos sus anhelos. Construyeron un hogar y, bajo su amparo, criaron tres hijas, sus “ramos de flores”, que, a su vez, le han dado cuatro nietos (de momento). Y simplificó, de manera espectacular, todas sus expectativas: tener lo suficiente para cubrir las necesidades, sin agobios, pero sin lujos; conservar una salud relativa; mantener a su familia cerca y alejar de su mente los pensamientos negativos. Si los suyos sonríen, él es feliz.
Lo puedes ver sentado en un banco de madera, fumando con su cachimba, o paseando alrededor de la valla del jardín, mientras observa como vuelve a brotar el rosal azul “que le regaló su niña”, o siguiendo el aleteo incesante de una monarca, o contemplando a unos pajarillos que han hecho nido en el pino que plantó hace treinta años. Pero cuando gire su cabeza y te vea aparecer a lo lejos, se le ensanchará el alma esperando el beso que le llegará tras las palabras que anhela: ¡Hola, papá! y la felicidad será suya.
Cuando sea mayor, quiero ser como mi padre, FELIZ, básicamente.
Setenta y cinco primaveras lo han convertido en ese rostro agradable, de lentitud armoniosa, sonrisa limpia y especial carácter. Dice de él, quien mejor y más lo conoce que, “ahora ya no es como era” en su juventud, cuando la sangre le hervía en las venas y, las injusticias, en el alma. En más de una ocasión, salió al encuentro de quien se atreviera, ante sus ojos, a atosigar a otra persona. A pesar de ello, siempre fue persona noble, lejos de disputas o vicios de salón; su ocupación: el trabajo; su refugio: la familia.
Cada nuevo día es otra oportunidad para esculpirse a imagen y semejanza de su adorado: el caminar pausado, la mirada serena, la calidez de sus gestos, la ternura en sus palabras. Aún no es consciente del todo, pero se está convirtiendo en el reflejo de aquella persona a la que tanto amó, respetó y jamás olvida: su padre. A veces, cuando alguno de esos preciados recuerdos viene a refrescarle el pasado, los ojos se le inundan "de amor líquido" mientras intenta, torpemente, contener la emoción.
En cambio, posee una cualidad espectacular: es capaz de relatar hechos de su pasado y su entorno, hallándoles el punto de humor necesario para generar una comedia a partir de una tragedia. Su boca nunca se abre para regalar una historia triste, ni de mal final; “esas cosas mejor no se cuentan”. En cambio, cada día, rescata de su “disco duro”, como le gusta decir, varias coplas o poesías, siempre que una palabra resuene y se transforme en el detonante de la búsqueda.
Ayer fue el cumpleaños de la que ha sido su compañera durante medio siglo y mientras se acercaba con un ramo de rosas, le decía:
rosas blancas son de amores
que vivan las rosas blancas
que mueran las de colores”
Así pasa el día entero, arrancándole piedrecillas al muro de su memoria, construido durante su juventud y que hoy, tantos años después, descubre como un universo repleto. El oído le falla, pero la azotea le funciona perfectamente.
Pero si hay algo que destaca, por encima de cualquier otra cosa en su personalidad, es su capacidad para “ser feliz, básicamente”. Observándolo, se puede adivinar cómo lo ha conseguido. Como muchos españoles de su edad, su niñez no estuvo exenta de penurias y penalidades, pero contó con unos padres y hermanos que supieron como andar por esos caminos y no perecer. Eligió una buena mujer donde poner sus ojos, fuerte, trabajadora, de bandera, en la que depositó todos sus anhelos. Construyeron un hogar y, bajo su amparo, criaron tres hijas, sus “ramos de flores”, que, a su vez, le han dado cuatro nietos (de momento). Y simplificó, de manera espectacular, todas sus expectativas: tener lo suficiente para cubrir las necesidades, sin agobios, pero sin lujos; conservar una salud relativa; mantener a su familia cerca y alejar de su mente los pensamientos negativos. Si los suyos sonríen, él es feliz.
Lo puedes ver sentado en un banco de madera, fumando con su cachimba, o paseando alrededor de la valla del jardín, mientras observa como vuelve a brotar el rosal azul “que le regaló su niña”, o siguiendo el aleteo incesante de una monarca, o contemplando a unos pajarillos que han hecho nido en el pino que plantó hace treinta años. Pero cuando gire su cabeza y te vea aparecer a lo lejos, se le ensanchará el alma esperando el beso que le llegará tras las palabras que anhela: ¡Hola, papá! y la felicidad será suya.
Cuando sea mayor, quiero ser como mi padre, FELIZ, básicamente.
8 comentarios:
Yo también quiero ser como tu padre.
Felicidades para mi suegro, porque ha encontrado la felicidad en la vida, por su gran corazón y sobre todo porque con su forma de ser nos hace felices a los demás todos los días.
Luis
Sí, así es mi padre.
Esta mañana, pasé por delante del gimnasio y lo ví al lado de la puerta pedaleando, rodeado de jueventud. Me quedé mirándolo un rato,parecía un chiquillo, porque yo todavía me resisto a ver que ya tiene 75 años.
Lo miro y remiro como coge en brazos a mi hijo, y no quiere soltarlo en el suelo, como si quisiera aprovechar cada milesíma de segundo con él y me encanta ver que ese "pequeño terremoto" se desvive por su abuelo "bi" y sólo se está quieto en su regazo.
Tenemos el mejor padre que podíamos tener.
Mamá tiene razón es como el pino de su jardín sólo se dobla con el viento fuerte y ese sólo lo podemos causar nosotras.
Papá es pura filisofía china pero con gofio.
Besos.
Maria, has escrito un texto íntimo y hermoso, has descrito esa vejez paterna como algo digno, como algo rico y bello. Has descrito como se puede gozar con la visión de esa mariposa, con las idas y venidas de esos pajarillos..., y algo que es muy importante..., el planteamiento sencillo y honesto de su vida, atender a su mujer, a sus hijas y poco mas, realmente...¿es que hay algo más...?, si miramosa nuestro alrededor si que parece haber algo mas, puedes anhelar ese coche caro, a la mujer de tu amigo,puedes odiar a los politicos y al vecino que tiene un piso mayor que el tuyo, puedes vivir las vidas de los famosillos a traves de la tele..., ¿ver como si que hay mucho más...?, pero tu padre supo elegir y por lo que cuentas sigue sabiendo elegir al decidir seguir caminando por esa senda, por ese camino de sencillez y sinceridad, de integridad.
Un saludo..., y sabes que este post me ha llegado hondo ¿no...?.
Jajajaja, hermana...."pura filosofía china, pero con gofio"... me encantó, jajaja. Pues si, para qué negarlo, es así.
Y mira, algo de "especial" tiene, porque somos tres hermanas, de edades y carácteres muy diferentes, pero, curiosamente, tenemos la misma percepción de nuestro padre... Es la ternura con patas.
También tiene sus cosillas, eh?...no todo es oro de 24 kilates. digamos que está entre platino y oro, jajaja. En serio, tiene sus defectos, como los tenemos todos, pero sus "virtudes" son de tal magnitud que los defectos ni se le tienen en cuenta, jejeje.
Y estoy 100% de acuerdo contigo, hermana, cuando dices que tenemos el mejor padre que podíamos tener.
Luis, para ser como mi padre ya leiste a Gloria...hay que ponerle mucho gofio, jajaja.
Pedro, gracias por tu comentario.Imagino el por qué de haberte llegado tan hondo como dices. Esto es como las T que ponía tu padre en la parte trasera de sus sofás...es el legado que nos van dejando: amor, respeto y dignidad. Por lo que he leído en tu blog, sé que estás haciendo lo máximo para que esas tres cosas no les falten a tus padres.
Todas, las tres, son muy importantes:
-El amor: porque es fruto de los sentimientos.
-El respeto: porque es el resultado de la admiración, del buen ejemplo, de la sabiduría.
-La dignidad: que nos permite continuar siendo personas con "reconomiento". Si la perdemos, o peor aún, si nos la quitan, estaremos en este mundo como un barco a la deriva sin que a nadie le importe lo buen buque que fuiste.
Besos y saludos para todos.
Nena, es impresionante leer esta entrada mientras se escucha de fondo la melodía de Ara Batur de Sigur Ros.
Haz la prueba, en serio.
He seguido tu consejo en tu último artículo y me he acercado a este. Por desgracia, las palabras sueltas, las que no forman una frase, no pueden expresar la intencionalidad que se conseguiría con la voz. Por eso te pido que la última palabra del comentario no la leas: escúchala. Escúchala con la entonación que sabes que tiene, esa que se aplica al adivinar lo que produce el contenido de tu artículo, lo que extraemos de esa fotografía de la historia de tu padre. No leas, sólo escucha:
Enhorabuena
Germán... con la misma entonación:
Gracias.
P.D.: Por cierto, de "entonar bien" parece que estás algo puesto. Leí por ahí que vas a hacer tus pinitos como ¿locutor? y que ¿piensas ponerle voz al supuesto futuro libro de Josep Julián? Eso sí, cuando aprendas a usar el programa de edición de audio, jeje. Sólo les falta incluir en el Dvd una "promo" con bonitas imágenes que concentre en pocos minutos lo que ese libro y su "locución" serán capaces de ofrecer. Ya lo estoy viendo, jajaja...es la deformación profesional que me puede.
Un abrazo, Germán..y nuevamente, gracias.
Hola, María:
sí, es algo que también me estoy planteando. Incluso, además de cuñas, ya he hecho mis pinitos como actor de doblaje en la película "El Secreto Nazi de la Fortaleza". Es una afición, pero quién sabe: ¿y si al tiempo...?
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