Leyendo lo que dice mi hermana sobre su hijo (“mi peloto”), me vienen a la mente esos primeros sentimientos que los nuevos padres empezamos a forjar cuando una nueva vida llega a la nuestra; un nuevo ser que cambiará nuestra existencia para siempre. Nuestra forma de pensar, de actuar, de soñar....todo.
Luego será la vida quien irá recolocando todas esas incógnitas, revestidas de deseos, y no siempre se corresponderán con aquello que soñamos, aunque, a veces, sí.
Se dice por ahí que uno empieza a ser buen hijo cuando comienza a ser padre y no le falta razón a la sentencia. Desde que la vida de tu retoño se convierte en lo más importante de tu existencia, te planteas lo que fuiste, eres o serás para tus propios progenitores y descubres que, aunque ames hasta el infinito a tu vástago, antes otros hicieron y hacen lo mismo por ti, si aún tienes la suerte de conservarlos.
Hasta que ese momento llegue pasarás de ser una personita, totalmente, dependiente de ellos, para poco a poco ir rompiendo los cabos de amarre hasta convertirte en adulto, aunque para ello pienses, más de una vez, “mi madre es una pesada” o “mi padre no lo entiende”. En esta carrera hacia la madurez irás resolviendo todas las incógnitas que tus padres albergaron sobre tu futuro, con aciertos y errores.
Ser padre es como intentar licenciarse en la carrera del “¿Qué será?”, disciplina en la que nunca se llega a ser experto del todo; durante un llanto ¿qué será, gases o hambre?, tras una caída ¿qué será, un rasguño o un corte profundo?, en sus estudios ¿qué será, un aprobado o un suspenso?, en la adolescencia ¿qué será, responsable o bala perdida?, en su juventud ¿qué será, buena persona o mala gente?, en su vida ¿qué será, feliz o desgraciado?. Cada respuesta irá marcando la vida, la del hijo y la de los padres.
Imagino que el mejor reconocimiento “académico” que se puede llegar a tener en una carrera tan larga como ésta, será poder reunir a todos los hijos, con sus propias vidas, desvelos y retoños, y tras unos momentos de relajación, pensar “valió la pena el esfuerzo”.
Quizás, las fiestas que se avecinan sean un buen momento para darles, a nuestros padres, un “aprobado” con nota: “Te quiero” + beso.
Luego será la vida quien irá recolocando todas esas incógnitas, revestidas de deseos, y no siempre se corresponderán con aquello que soñamos, aunque, a veces, sí.
Se dice por ahí que uno empieza a ser buen hijo cuando comienza a ser padre y no le falta razón a la sentencia. Desde que la vida de tu retoño se convierte en lo más importante de tu existencia, te planteas lo que fuiste, eres o serás para tus propios progenitores y descubres que, aunque ames hasta el infinito a tu vástago, antes otros hicieron y hacen lo mismo por ti, si aún tienes la suerte de conservarlos.
Hasta que ese momento llegue pasarás de ser una personita, totalmente, dependiente de ellos, para poco a poco ir rompiendo los cabos de amarre hasta convertirte en adulto, aunque para ello pienses, más de una vez, “mi madre es una pesada” o “mi padre no lo entiende”. En esta carrera hacia la madurez irás resolviendo todas las incógnitas que tus padres albergaron sobre tu futuro, con aciertos y errores.
Ser padre es como intentar licenciarse en la carrera del “¿Qué será?”, disciplina en la que nunca se llega a ser experto del todo; durante un llanto ¿qué será, gases o hambre?, tras una caída ¿qué será, un rasguño o un corte profundo?, en sus estudios ¿qué será, un aprobado o un suspenso?, en la adolescencia ¿qué será, responsable o bala perdida?, en su juventud ¿qué será, buena persona o mala gente?, en su vida ¿qué será, feliz o desgraciado?. Cada respuesta irá marcando la vida, la del hijo y la de los padres.
Imagino que el mejor reconocimiento “académico” que se puede llegar a tener en una carrera tan larga como ésta, será poder reunir a todos los hijos, con sus propias vidas, desvelos y retoños, y tras unos momentos de relajación, pensar “valió la pena el esfuerzo”.
Quizás, las fiestas que se avecinan sean un buen momento para darles, a nuestros padres, un “aprobado” con nota: “Te quiero” + beso.
Nota: para las madres, el beso se puede conjugar con un achuchón, nos encanta.
1 comentarios:
Dice un proverbio chino: "cría a tus hijos y sabrás cuánto debes a tus padres".
Yo no puedo hablar mucho sobre el tema porque no tengo hijos, pero si quiero unirme a la propuesta de acordarse de nuestros padres estas Navidades. Con frecuencia pensamos que siempre habrá tiempo de decirles cuánto los queremos o lo agradecidos que estamos por lo mucho que han hecho con nosotros. Sin embargo, a veces el tiempo se nos escapa sin darnos cuento y entonces es demasiado tarde. Esto lo digo por experiencia.
Así pues, les propongo que aprovechen hoy mismo para pensar sobre el tema y actúen en consecuencia, pero sobre todo, no dejen pasar la oportunidad de acordarse (de verdad) de las personas que más los quieren.
Luis
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