Imagino que intentar mantener el anonimato de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, puede resultar un poco más complicado que antaño. Aún así, la ilusión con la que miles de niños esperan su llegada oculta, en más de una ocasión, las contradicciones que se muestran: reyes magos en cada centro comercial, anuncios en Tv, en internet, en folletos, incluso, diferentes cabalgatas al mismo tiempo. Todo apunta a que es un invento, pero sólo hay que ver la cara de los más pequeños, cuando miran a sus majestades, para darnos cuenta que la magia aún existe.
Y entonces, ¿cuándo desaparece esa magia?. Cuando somos capaces de crear expectativas y luego frustrarnos por no alcanzarlas.
Mi padre nos ha contado que, en su pubertad, el día de Reyes era un día corriente, de trabajo, como cualquier otro, excepto por algo: Mi abuelo les obsequiaba con una naranja, brillante, redonda, apetitosa (guardada desde la última cosecha) y, en el mejor de los casos, acompañada de dos almendras o un higo pasado. Y así, tan felices por el “maravilloso regalo”, sintiéndose especiales, emprendían camino a pie hasta donde tuvieran que ir a trabajar.
Hoy en día es casi imposible que un niño, en nuestro país, se sienta “mágico” con una naranja. Las expectativas son otras. Hay catálogos donde pueden señalar, aún sin saber leer, con un “Me lo pido” los artículos que quieren tener o cientos de anuncios en la Tv donde se muestran las excelencias de las factorías de juguetes y claro, no se cortan en pedir. No son culpables por ello, pero para intentar que no se hagan ilusiones, si sus expectativas pasan de lo económicamente factible, surgen algunas fórmulas como “Bueno, ya veremos, es que papá y mamá tienen que darle el dinero a los Reyes Magos para que compren los juguetes y si es muy caro, no puede ser” o “ hay que pedir poco porque de otra forma no hay juguetes para todos los niños del mundo”. ¡Qué deprimente, qué mentirosos!, ¿qué estamos haciendo?. Más tarde o más temprano lograrán sumar dos más dos y adiós a la magia.
Hace 35 años, un día como hoy, víspera de Reyes, mi familia y yo nos mudamos de casa. Fue todo un acontecimiento pasar de vivir en un pequeño ático a un piso con tres habitaciones; fue, sobre todo, increíble para mí. Ese día todo fue tórrido, la mudanza, el camión con las cosas, llevarlas a casa, colocarlas. Una jornada repleta de emociones. Pero llegó la noche, la noche de Reyes. No recuerdo si me costó, o no, dormir, pero amaneció y, tras situarme en mi nueva habitación, busqué mi regalo. Bajo mi cama había una especie de arpa con partituras y una colonia con forma de tortuga. Mi hermana también tenía regalos; un libro titulado “Flecha Negra” y otra colonia, esta vez, en forma de cisne. Y, para las dos, un sobre con dinero que decía “Para las sábanas nuevas”.
Y es que en mi casa, la que siempre ha hecho magia es mi madre y recordando una de sus frases : “La reina da lo que tiene” y ese año lo que tenía era falta de sábanas nuevas para nuestro dormitorio.
Mi hermana devoró su libro y yo, que aún no sabía leer, me puse, como loca, a tocar, una y otra vez, mi arpa, contenta, feliz. Y no la había pedido, en realidad, no había pedido nada, por eso fue tan fácil sentirme feliz, incluso con la posibilidad de estrenar sábanas en un futuro.
“No es más feliz quien más tiene, sino quien menos expectativas frustra”
Que la magia de los Reyes Magos les llene de ilusión de la buena, de la que está abierta a cualquier presente, a cualquier regalo, y que lo disfrutéis.
Y entonces, ¿cuándo desaparece esa magia?. Cuando somos capaces de crear expectativas y luego frustrarnos por no alcanzarlas.
Mi padre nos ha contado que, en su pubertad, el día de Reyes era un día corriente, de trabajo, como cualquier otro, excepto por algo: Mi abuelo les obsequiaba con una naranja, brillante, redonda, apetitosa (guardada desde la última cosecha) y, en el mejor de los casos, acompañada de dos almendras o un higo pasado. Y así, tan felices por el “maravilloso regalo”, sintiéndose especiales, emprendían camino a pie hasta donde tuvieran que ir a trabajar.
Hoy en día es casi imposible que un niño, en nuestro país, se sienta “mágico” con una naranja. Las expectativas son otras. Hay catálogos donde pueden señalar, aún sin saber leer, con un “Me lo pido” los artículos que quieren tener o cientos de anuncios en la Tv donde se muestran las excelencias de las factorías de juguetes y claro, no se cortan en pedir. No son culpables por ello, pero para intentar que no se hagan ilusiones, si sus expectativas pasan de lo económicamente factible, surgen algunas fórmulas como “Bueno, ya veremos, es que papá y mamá tienen que darle el dinero a los Reyes Magos para que compren los juguetes y si es muy caro, no puede ser” o “ hay que pedir poco porque de otra forma no hay juguetes para todos los niños del mundo”. ¡Qué deprimente, qué mentirosos!, ¿qué estamos haciendo?. Más tarde o más temprano lograrán sumar dos más dos y adiós a la magia.
Hace 35 años, un día como hoy, víspera de Reyes, mi familia y yo nos mudamos de casa. Fue todo un acontecimiento pasar de vivir en un pequeño ático a un piso con tres habitaciones; fue, sobre todo, increíble para mí. Ese día todo fue tórrido, la mudanza, el camión con las cosas, llevarlas a casa, colocarlas. Una jornada repleta de emociones. Pero llegó la noche, la noche de Reyes. No recuerdo si me costó, o no, dormir, pero amaneció y, tras situarme en mi nueva habitación, busqué mi regalo. Bajo mi cama había una especie de arpa con partituras y una colonia con forma de tortuga. Mi hermana también tenía regalos; un libro titulado “Flecha Negra” y otra colonia, esta vez, en forma de cisne. Y, para las dos, un sobre con dinero que decía “Para las sábanas nuevas”.
Y es que en mi casa, la que siempre ha hecho magia es mi madre y recordando una de sus frases : “La reina da lo que tiene” y ese año lo que tenía era falta de sábanas nuevas para nuestro dormitorio.
Mi hermana devoró su libro y yo, que aún no sabía leer, me puse, como loca, a tocar, una y otra vez, mi arpa, contenta, feliz. Y no la había pedido, en realidad, no había pedido nada, por eso fue tan fácil sentirme feliz, incluso con la posibilidad de estrenar sábanas en un futuro.
“No es más feliz quien más tiene, sino quien menos expectativas frustra”
Que la magia de los Reyes Magos les llene de ilusión de la buena, de la que está abierta a cualquier presente, a cualquier regalo, y que lo disfrutéis.
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