7 de octubre de 2009

Buenos días, Sol...


Cada día, al levantarme, me asomo a la ventana para saludar al sol. Nunca lo he considerado como algo espiritual, es más bien una manía, de las que no molestan a nadie, y porque tengo la gran suerte de poder disfrutar de la vista de un trocito de mar, encajonado entre los márgenes de los edificios que me rodean, pero que se extiende hasta el horizonte.

A lo mejor alguien puede pensar “¡Caramba, María, si vives en una isla ¿cómo es que lo consideras una suerte?¡”, en realidad es así. Vivo en la parte alta de la ciudad, en un tercer piso, altura suficiente para salvar otras edificaciones, porque aquí todo es pendiente, y una de mis ventanas está orientada al noroeste, lo que se traduce en “al fondo, el mar; a la izquierda y por encima de las azoteas, un trozo de la cordillera de Anaga y a la izquierda, y en días muy claros, el perfil de la isla vecina, Gran Canaria, asomando tras las antenas del edificio vecino".

Y es una suerte enorme, porque dentro de una ciudad, por muy cerca del mar que te encuentres, los edificios, las calles, las plazas y los parques hacen que sea muy difícil tener “vistas” a algo que no sea cemento, y aunque el aire pueda traerte efluvios del mar que te baña, sólo puedes intuirlo, sin verlo. Soy afortunada, porque tengo un trocito de mar para el deleite de mi vista y el resto de mis sentidos, allá al fondo, hasta donde el océano y el cielo se besan.

Durante este mes y hasta que el cambio horario se produzca, puedo contemplar, cada día, un espectáculo maravilloso. El sol, vestido de color naranja intenso o de amarillo luminoso, comienza a desperezarse tras el horizonte. En pocos minutos todo va cambiando, las nubes, el mar, el cielo. Su redondez lumínica lo inunda todo, sin que sea posible mantener los ojos clavados, durante mucho tiempo, en el paisaje que me brinda. Me retiro un poco y vuelvo a mirar y, como por arte de magia, el escenario ha cambiado; ahora su presencia es más altiva y, sin dudar ni un segundo, levanta su esfera hacia el reino de los cielos. Abajo, el mar, espejo de su alma, refleja su luz, creando un río brillante, que se mantiene durante algunos minutos sobre la superficie del agua, marcando un camino iluminado que me invita a dar los primeros pasos hacia el nuevo día. Es un momento mágico, lleno de luz recién estrenada.

Apenas son unos minutos, pero consiguen que olvide lo que me rodea y no es poco. Allá abajo, cerca de la costa, Las Torres, dos rascacielos que han pasado a formar parte del paisaje urbano hace poco, que serán “puro glamour” pero han fastidiado las vistas. Entre torre y torre diviso el Auditorio de Tenerife, diseñado por Santiago Calatrava con su peculiar estilo y que se ha convertido en una de las imágenes más representativas de la ciudad. En la parte central, las chimeneas de la refinería, la primera que tuvo España y que data de 1930; el crecimiento de la población y la expansión de la construcción han conseguido que su enclave forme parte del entramado urbano, con todo lo que ello implica. Un poco más a la derecha, está el Palmetum; hoy es una montañita ganada al mar, repleta de vegetación, pero esconde en su seno lo que fue el vertedero municipal, clausurado hace 25 años y conocido popularmente como “el lazareto”. Apenas puedo ver un trocito del Parque Marítimo César Manrique, único lugar donde los ciudadanos pueden disfrutar del mar en una ciudad que, a base de agrandar su puerto, le dio la espalda al océano. Todas estas cosas se encuentran en la zona llamada Cabo-Llanos, lugar hacia donde se ha expandido la ciudad y que, tras ser un rincón de gente humilde y trabajadora, ha pasado a convertirse en centro económico y funcional de la capital. El resto de lo que veo son edificios y azoteas de los barrios que se extienden desde la costa hasta mi ubicación, aquí arriba, en “las afueras”.

Así es la realidad

No soy ajena a mi entorno, conozco y reconozco lo que veo, soy consciente, pero en esos minutos, donde mi alma se recrea saludando al nuevo día, no hay más realidad que la que siento: un verdadero espectáculo de la vida, donde el sol, el mar y yo somos los protagonistas.


Buenos días, Sol... que la luz te acompañe (y no me dejes a oscuras).

16 comentarios:

Fernando López dijo...

Buen post Maria.

El Sol es energía, fuente de vida. No sólo cuando sale, que al final son instantes. Todo el tiempo. Los paises que disfrutan de sol siempre son más alegres. Y si lo combinan con el mar, acaban siendo uno. El mar y el sol juntos siempre cuentan muchas cosas.

Saludos

María Hernández dijo...

Gracias, Fernando:

Sin duda alguna, el sol tiene "algo" que nos condiciona, tanto su presencia como su ausencia.

Creo que yo no me acostumbraría a vivir sin "sol"; cuando dejé Tenerife, llegué a Málaga, así que de unas Islas Afortunadas me fuí a la Costa del Sol y de vuelta otra vez aquí. No sé lo que es vivir sin él.

Y te doy la razón, el binomio "sol y mar" tiene muchas cosas que contar. A lo mejor cualquier día reviso "el disco duro" y rescato alguna historia donde estos dos elementos tengan protagonismo.

Un saludo, Fernando.

Anónimo dijo...

Hola preciosísima!! Cuánto tiempooooo!!

Pues sí que eres afortunada, sí...

Ya había leído que el sol y el clima es un factor importante que influye en el carácter de las personas. Pero ya he podido comprobar que es del todo cierto.

EL SOL ES VIDA!! y qué gran verdad es...

Besazo gordo desde las Españas otra vez...

María Hernández dijo...

Hola Mar:

¡Qué alegría volver a saber de ti, mi niña!
Ya estaba a punto de enviarte un email porque no dabas señales en tu blog desde ¿hace unos días? jejeje, hay que ver como es este "mundo inmediato" donde todo cobra una velocidad distinta.
He seguido tus "pasos" durante todo el tiempo que has estado en Nueva Zelanda y mientras leía tus posts, pensaba..."Qué bien le ha venido a esta mujer lograr hacer realidad este sueño".
Sólo espero que el Sol-Kiwi que te alumbró en este viaje, perdure en tí lo suficiente para soñar otra aventura, otro viaje, otra experiencia.

Un besote grandeeeee, mi ex-Niña-Kiwi... ¿ya sabes donde quieres ir la próxima vez? es para ir ensayando tu nuevo nombre, jeje.

Economía Sencilla dijo...

Ay, qué envidia (sana, eh?), con lo que me gusta a mí el mar, pero ahora vivo en el interior...

Te ha salido un post redondo, muy poético, se ve que el Sol te inspira...

Por aquí por el Norte nos ha tocado lluvia después de un mes y pico de sequía, y ya me aburre, ya echo de menos al Sol, que sin duda te recarga de energía.

P.S. Tomo nota de las recomendaciones a la hora de contar el cuento...

Un saludo
Pablo Rodríguez

María Hernández dijo...

Hola Pablo:

Si eres gallego de "costa" no me extraña nada que lo eches de menos. El Atlántico tiene ese punto entre revoltoso y complaciente que lo convierte un destino a tener en cuenta.

Yo no conozco Galicia, no más allá de los libros y documentales. Un día, un electricista que estaba por aquí trabajando, natural de Nigram y que echaba mucho de menos su tierra, me mostró unas fotos de su playa en internet...en dos palabras IM-PRESIONANTE.

Si dentro de mis expectativas estuviera la palabra "viajar", ten por seguro que Galicia sería uno de los destinos elegidos en primer lugar.
Un saludo, Pablo.

P.D.: ya me contarás qué cara pone tu princesa cuando le presentes a Chilipú.

Josep Julián dijo...

Poder ver el sol cada mañana cuando se levanta por el mar es algo que no se puede explicar con palabras, cuanto menos tú que puedes verlo todos los días lo cual seguramente quiere decir que madrugas mucho.
Entre eso, el cafetito que te tomas (ya nos contaste) y no sé cuántas cosas más, la envidia me corroe.
Gracias por compartir con nosotros las vistas desde tu casa, así te tenemos un poco más ubicada.
Un abrazo.

María Hernández dijo...

Hola Josep Julián:

Hombre, todos los días, todos..no y de la forma que lo veo ahora, en estos momentos, tampoco. Todo depende de su horario y del mío; yo tengo hora de entrada fija y él va cambiando la suya según pasan los meses.
Y no me tengas envidia, que en Barcelona también hay cosas para disfrutar de los sentidos, sólo es cuestión de "saberlas mirar" y "quererlas ver". ¿Tienes alguna especial?.

Un abrazo.

Germán Gijón dijo...

Hola, María:
Aunque aquí también estamos en la costa (parece que en este artículo te comentamos "los de los litorales") yo no tengo la opción de ver el mar por mi ventana -esto suena a canción-.
Pero no puedo estar más de acuerdo en que el binomio sol-mar es un privilegio.
Un abrazo, María.

María Hernández dijo...

Germán:

Como dice mi padre "los pájaros de la calaña se reúnen en la misma caña", jeje, será que esto de ser "de orilla" une más de lo que uno piensa. Es curioso, pero Pablo comenta desde un extremo, Josep desde el otro, tú un poco más abajo y Pedro también desde Valencia. Solo me falta un andaluz y tendría a todos los "orillados" en mi blog y como el "justo medio" es importante, también están Fernando y Mar, desde el mismo centro, Madrid.

Disfrutemos entonces del sol, TODOS, en este largo fin de semana.

Un abrazo, Germán.

Pedro Bonache dijo...

¿Que tal Maleni...?, sabes..., sobraba la foto, he preferido esconderme tras tus ojos de mujer y tratar de ver lo que ves, tratar de escuchar tu propia voz dentro de psiquis, he notado como ladeabas el cuello, como mirabas y como escribias..., me ha encantado, como otras veces es poesia libre de metricas ni de ataduras academicas.
Yo solo veo amanecer cuando conduzco los sabados por la mañana hacia la Calderona, algun día me saldré de la autopista de tanto mirar hacia el mediterraneo, hacia la sierra que declina, que se pliega ante la inmensidad del mar.
Besitos..., ha sido relajante.

María Hernández dijo...

Gracias, Pedro, por tu comentario.

Pero no me digas que sobraba la fotoooo, ¿imaginas cuántas fotos tuve que tomar? y ¿hacer la composición con el photoshop, qué?. Si no te muestro la foto, no sabes de qué sol te hablo, de la altura sobre el mar, del color dorado, del amanecer. Xiquet, con lo bien que me había salido, jajaja.

En cambio me alegra que te haya parecido relajante, para mi lo es. Pero, ten cuidado en la autopista, eh?..a tí te parecerá una tontería, pero un tío mío cayó a un lago en Venezuela, por estar mirando a otro vehículo que había caído primero, jejeje. Cosas que pasan.

Un saludo, Pedro...gracias por venir.

Josep Julián dijo...

En Barcelona tengo muchos rincones, pero ninguno visibles desde mi casa, aunque no me puedo quejar porque justo vivo en una de las pocas calles que no tienen viviendas en la acera de enfrente, sólo el conservatorio de música, una escuela y el ayuntamiento de barrio.
Pero ver salir el sol desde cualquiera de los dos montes que limitan la ciudad es una pasada, aunque para ello haya que madrugar tanto que más vale aprovechar una noche que todavía no te hayas acostado. Por ello, hace muchos años que no veo salir el sol.
Un abrazo.

Economía Sencilla dijo...

Hola, pues sí, si puedes venir a Galicia no deberías perdértelo, tienes mucho que ver y mucha naturaleza que disfrutar...

Le conté el cuento a mi niña, que se quedó un poco asombrada, ahora cuando le cuentas las cosas va diciendo, ajá, jujú, asintiendo como si entendiera lo que le dices (que muchas cosas sí que las comprende, otras no lo tengo claro :-), pero bueno, no le disgustó, cuando el niño se reencontró con Chilipú parece que se alegraba, y mientras no lo encontraba estaba esperando, expectante, a ver qué pasaba...

Así varío un poco, que el que más le gusta es el de Caperucita, pero ya lo tengo muy visto (o contado).

Saludos
Pablo

Ars Natura dijo...

YO, como Pedro no he hecho mucho caso a la foto, he preferido leerte e imaginar...
Como tu entrada se titula Buenos días Sol, te mando el enlace del saludo al Sol:

http://www.youtube.com/watch?v=kYzS1TIZo9Y&hl=es

Es un ejercicio de Yoga muy recomendable para hacer nada más levantarse todos los días, Sólo lleva unos 5 min. y aseguro que día a día se nota uno más suelto, ejercitado, elástico, saludable...

Y otro apunte, si madrugas un poco, no mucho, con que sean las 7.40 de la mañana basta, y mires hacia el este antes de que la claridad del amanecer lo borre todo, verás la luna menguante y debajo de ella un poco a su izquierda podrás ver el planeta Júpiter. Con un telescopio de 60 aumentos ya se aprecian las bandas marrones de su superficie y sus 4 satélites. Muy recomendable su observación.

María Hernández dijo...

Hola Ars Natura:
No me extraña nada que "omitieras" la foto; las tuyas si que son buenas y, desde aquí, les recomiendo a todos que visiten tu blog porque no se arrepentirán.

El título de mi post no era fortuito, ya conocía "el saludo al sol" y me pareció un "guiño" entre una cosa y otra.

Intentaré levantarme un día para ver si soy capaz de adivinar dónde se encuentra Júpiter; soy demasiado mala ubicándome. Lo del telescopio ya va siendo más complicado, pero está bien saberlo, jeje.

Gracias por tu comentario, Ars Natura.

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